dilluns, 31 d’octubre del 2022

Els polítics i la història d'Espanya

Poques vegades es parla del paper real dels polítics a la societat. Se’ls acusa de no fer propostes, de ser destructius quan son a la oposició, d’estar venuts al capital y, en molts casos, tot això és completament cert. També ho están alguns sectors dels jutges o dels periodistes, però per alguna raó, si exceptuem els casos flagrants, no es posa tan el focus en ells com en els polítics.

Potser hauriem d’apostar per una nova forma de fer política, més propera al ciutadà i més allunyada de la politiqueria interna dels partits. Probablement un dels grans problemes d’aquesta societat és la propia estructura que s’ha donat a l’Estat. El fet de que els partits acumulin bona part del poder, enlloc de la representativitat, porta a que la representació dels diputats per les seves circumscripcions sigui purament anecdòtica i casos com els de Rubalcaba a Càdis o Macarena Olona també a Andalusia, quan mai cap dels dos hi va viure mai, siguin el pa de cada dia.

És a dir, per canviar la política, s’ha de canviar l’estat sencer. Seria impossible imagirnar-se al nostre país una presidenta del Govern destituida pel seu propi partit com ha passat a Anglaterra. Menys encara quan també ho va ser el seu antecessor. Aquí els partits tenen tant poder que están per sobre del propi Estat. El líder polític, per herència probablement del Franquisme, és reverenciat i protegit a nivells inimaginables. Aznar, Rajoy, Felipe González, han sortit indemnes de les seves presidències, igual que Esperanza Aguirre que ho era tot a Madrid, o sense anar tant lluny, Pujol a Catalunya. I molts d’altres, a qui els seus partits i l’Estat han protegit. El trilerisme judicial en aquest sentit ha estat de traca.

La falàcia de la Transició no va ser que els “pares fundadors de la democràcia” visquessin una situació complicada post Franquista, que és cert, es vivia en un ambient altament inflamat, sino que es donés l’aparença de democràcia a una cosa que realment no ho és. És obvi que entenem que no es podia fer un canvi (o potser sí) radical i tornar a la legitimitat d’una república que va ser derrocada amb un cop d’Estat i la consegüent guerra civil espanyola. 40 anys de franquisme i més de la meitat de la població espanyola en contra de “tornin els rojos” van posar molt difícil el canvi necessari, sobre tot amb tot l’exercit encara molt present a la vida pública i buscant excuses per fer un cop d’Estat.

Però aquell Franquisme que no va ser mai netejat de la societat espanyola segueix present avui en dia: A la política, als mitjans, als estaments judicials… 


dimecres, 13 de juliol del 2022

Ferreras, Villarejo y sus amos

Esta semana hemos conocido los audios de Ferreras con Villarejo, en los que el periodista reconocía haber publicado informaciones sobre Pablo Iglesias que sabía que no eran ciertas, con la paupérrima excusa de que la información se la filtró el director de OK Diario Eduardo Inda. Si uno obtiene una información de su "hermano", la labor que tenemos como periodistas no es publicarla porque crees en él, es contrastarla. Y con varias fuentes. Y si estás seguro, publicarla. Si sabes que no es cierta y la publicas igualmente, dice mucho de ti como ser humano, como demócrata y como periodista. Tambié dice mucho que, una vez se destapa la conversación con el comisario, tu gran excusa sea que Podemos también está haciendo una campaña contra ti y tu cadena. Es decir, patada adelante, sin mirar atrás, sin pedir disculpas, sin un atisbo de autocrítica. El clásico "Y tú más". El propio Jordi Évole, quien es también amigo de Ferreras, le reprochaba precisamente eso en este artículo de La Vanguardia

El problema con Ferreras, más allá de que sea el director de una televisión más influyente que popular, más allá, más allá de que lleve años dirigiendo una de las tertulias más vistas de la televisión, más allá de que alardee a diario de hacer "más periodismo" cuando realmente hace un espectáculo televisivo de polémica y propaganda, más allá de eso, el problema con  Ferreras es que sólo es la punta del iceberg de un sistema judicial, policial, político y mediático reaccionario. Ese sistema, que aguantó hace 80 años a Franco en el poder durante cuatro décadas, y que ha aguantado una ilusión, una apariencia de democracia desde la Transición, tiene como objetivo mantener el status quo y tiene como grandes enemigos al independentismo y a partidos como Podemos. Y contra ellos, todo vale: denuncias falsas, informaciones tendenciosas escritas a medida para ser incluidas en una causa judicial ilícita, junto a informes policiales sesgados, no firmados y encargados por gente como el comisario Villarejo y algunos de sus colaboradores. Pero la pregunta que deberíamos hacernos es ¿Quién les contrata? Me parece perfecto juzgar a Villarejo y, si le condenan, que pase el resto de sus días en prisión, pero ¿y sus amos, quienes le contrataron? ¿Donde está la causa judicial contra ellos? No queremos cabezas de turco. 

Volviendo a Ferreras, si viendo "Al Rojo Vivo" no quedaba claro que lo menos importante para él era la información certera, tras este escándalo queda patente. Tras este escándalo, quedan él y su equipo a los pies de los caballos. Si no dimite, deberían echarle porque sin duda ha perdido toda credibilidad. Pero si su programa continua es porque en este país no pasa nunca nada. Cuando actúas contra determinados sectores, cuando proteges a determinados amos y cuando te has vendido desde hace décadas al poder, se te garantiza una inmunidad, por lo menos momentánea. Pero ese poder, me temo, le dejará caer eventualmente, porque Ferreras, que lo ha sido todo en La Sexta, ha puesto en peligro no sólo su programa, sino la credibilidad de toda la cadena. Con este escándalo, queda en entredicho todo lo que ha hecho en los últimos años y justifica cualquier crítica que se le pueda hacer desde cualquier sector. 

La portada de la revista satírica "El Jueves".

Porque cuando Ferreras rompe con el principio básico del periodismo (no comprobar una información, publicarla a sabiendas que es falsa), tu carrera profesional debería estar terminada de inmediato. Si lo hiciera cualquiera de los periodistas de a pie que malviven con sueldos miserables (o que como en mi caso, han tenido que dejar la profesión), nuestra carrera profesional habría acabado. 

Pero esto no es nuevo, Ferreras ha supuesto una forma infame de hacer "Más Periodismo": Tensión, confrontación, discusión, más bien poco análisis y sí, horas y horas de trabajo, pero como todo el resto de la profesión, ni eso es un mérito. El Caso Ferreras muestra cómo la cultura democrática está por los suelos en España. Se justifica lo injustificable, se hacen actos de fe, en lugar de contrastar la información y se mueve cielo y tierra para eliminar a quien se considera rival político. Poco nos pasa, la verdad.

divendres, 8 de juliol del 2022

Radiografía: ¿Hacia donde va el PSOE?

Viendo los acontecimientos de los últimos meses, la acción comunicativa de este gobierno y los vaivenes estratégicos del Ejecutivo, nos podríamos preguntar: ¿Cuál es el futuro del Gobierno Sánchez a medio y largo plazo? Repasemos:

A nivel internacional, ha dejado tirado al Sáhara, aliándose con Marruecos y provocando un gran enfado a Algeria, uno de los principales socios gasísticos de España. Es decir, en plena ola de aumento de precios de la energía, apostó por aliarse con un Marruecos, un aliado muy poco fiable y que pone en aprietos al gobierno con escenas como las de la matanza de Melilla del mes de junio. Justificar esas acciones sin acordarte de las víctimas no es em mejor mensaje que uno podría esperar de un líder democrático. Sánchez ya tiene su Carajal. A su favor en este sentido, tiene que la cumbre de la OTAN en Madrid ha sido un éxito internacional para él, pero siendo realistas, estos éxitos se traducen relativamente poco en votos.

A nivel nacional, se enfrenta con un cambio de liderazgo en el PP, mucho más presidenciable que Casado, mucho más formado y experto y, sobre todo, con el bagaje que supone para Feijóo el haber presidido Galicia durante una década. Contra Casado se gobernaba mucho mejor.

A nivel parlamentario, las decisiones tomadas en los últimos meses, el escándalo Pegasus y su falta absoluta de empatía respecto a las necesidades u opiniones de sus socios, está provocando una soledad que pronto podría provocar un accidente político en las próximas semanas. Puedes hacer escoger entre “el fascismo” y el chantaje del “si yo no estoy vienen los otros” durante un tiempo, pero no eternamente. La paciencia tiene un límite.

A nivel de Gobierno, Sánchez se ha pasado la legislatura ninguneando y no dialogando con sus socios de Podemos en la gran mayoría de las decisiones importantes que ha tomado el Ejecutivo. De hecho, en muchas ocasiones sin anunciárselo. De nuevo, la paciencia tiene un límite, aunque el partido morado esté atado de manos. Probablemente crea Sánchez que los votos que pierda Podemos se los vaya a llevar el PSOE, pero eso es un absurdo visto lo que ha ocurrido en las elecciones de Andalucía, en las que se los ha quedado el PP o se han ido a la abstención. Cuando en tus últimas declaraciones apuestas por sugerir a la izquierda que debería aceptar con normalidad que hay que subir el presupuesto en Defensa, cuando tus postulados son los mismos que los de la derecha y ya nadie se acuerda de las últimas medidas de izquierdas que tomó tu partido, luego no te extrañes que tus votos se vayan a la derecha.

De hecho, la agenda de Sánchez ha sido siempre derechizar al máximo el partido, aunque probablemente en el PSOE dirían “centrarlo”. Empezó mostrando una gran bandera española en un mítin electoral y sugiriendo que el partido debía recuperar “la bandera” como gran valor. Como dijo un sabio, “cuando luchas por la bandera, no lo haces por los derechos sociales”.

Siendo optimistas, no se puede ser demasiado optimista com el futuro del Gobierno de Sánchez. No se ha enterado aún que no tiene mayoría absoluta, cree que con ser guapo y carismático le bastará para ganar los comicios, pero la realidad es que Feijóo ha recuperado muchos votos que se habían ido a VOX y está haciendo lo que ellos llaman “una oposición responsable y de Estado”. Esto último sólo es cierto si lo comparas con la oposición que hacía Casado, pero puede ser suficiente para que el votante indeciso, el que no le importa votar a un partido o a otro, decida cambiar el rojo por el azul. Eso es lo que te hace ganar elecciones, sobre todo en un panorama electoral en el que el bipartidismo no ha renacido y en el que Podemos y VOX aún están a ambos lados de los dos grandes partidos, una vez desaparecido Ciudadanos.

Para terminar, a nivel de partido, si nos imaginamos un futuro en el que el PSOE pierde las elecciones o no suma para gobernar, vemos un panorama electoral realmente difícil para el PSOE. En 2010 fue el PASOK (Partido Socialista griego) el que pasó a la irrelevancia, hace dos días en Francia le pasó lo mismo al partido socialista francés (y al republicano, de hecho). Es difícil que el PSOE desaparezca de un día para el otro, sobre todo en un panorama en el que no hay alternativa con Ciudadanos (afortunadamente) moribundo. El partido está muy arrelado a nivel local y regional y no tiene escisiones como las de Podemos. Los barones están aún vivos y eso le da al partido una cierta fuerza.

Pero a nivel nacional, lo cierto es que básicamente el PSOE actual es Sánchez, igual que lo fue con ZP o con Felipe González en sus tiempos. Cuando pierda las elecciones (ya seas las próximas o las siguientes) dejará un páramo con ocho años de legislaturas del PP de un Feijóo que no es tan moderado como parece. El futuro no es en absoluto prometedor a menos que Sánchez, de nuevo, vuelva a sacarse una última vida de la chistera, haciendo gala de su celebérrimo "Manual de supervivencia". 

dimecres, 22 de juny del 2022

Elecciones Andaluzas'22: La valencianización

“Andalucía consolida su camino a la derecha con la mayoría Absoluta de Moreno Bonilla”. Este podría ser el titular de cualquier periódico que quisiera analizar el resultado de las Elecciones Andaluzas’22. Pero lo cierto es que Andalucía lleva derechizándose, como el votante del PSOE, desde hace por lo menos 20 años. Poco a poco, este partido ha abandonado en Andalucía y en muchas otras comunidades la esencia de la izquierda. Es decir, apostando únicamente por el centro y cediendo a Podemos y otras confluencias el pastel de las políticas no ultraliberales, el PSOE ha se ha acabado convirtiendo en una suerte de Ciudadanos ideológico. Teniendo en cuenta la creciente presencia de VOX, el votante clásico del PSOE se ha centrado tanto que no le importa votar a los socialistas que a su supuesto rival acérrimo, el PP. Es decir, le es igual votar rojo que azul, porque en esencia vienen a ser lo mismo, aunque sus pasados sean muy distintos.

Pero el pasado es eso, pasado. Y si quieres ganar unas elecciones necesitas más que el cuento de la Transición para seguir votando a un partido, sobre todo cuando Moreno Bonilla ha apostado por la misma carta que Sánchez ha estado usando en los últimos meses, el miedo a la ultraderecha. El voto útil. La jugada ha salido redonda, teniendo en cuenta que han conseguido mayoría absoluta, que han robado mucho voto al PSOE y que conseguirán gobernar con mayoría, como lo hacían el PSOE de Chávez, Griñán o Susana Díaz. El PSOE de los señoritos, castigado por nepotismo y la corrupción, ha hecho indistinguibles a los dos partidos, por lo que el votante socialista ha votado sin miedo a un Moreno Bonilla que se vendió muy acertadamente como el antídoto a la ultraderecha (aunque en algunas políticas no se distinguirán demasiado, precisamente). Si le sumas a eso un candidato socialista, Juan Espadas, con menos carisma que un cacahuete deprimido, y un Podemos partido en dos, el cóctel difícilmente podría haber salido de otra forma. 

Por otro lado, si en las anteriores elecciones explicábamos que los resultados andaluces no debían verse como un indicio del famoso “cambio de ciclo”, este año la situación es muy distinta. En las anteriores veníamos de varias décadas de socialismo gobernando Andalucía, es decir con un obvio desgaste de años gobernando. En cuanto a la candidata, Susana Díaz, heredera de Chávez y Griñán, es decir, manchada aunque sea por herencia por la corrupción de los EREs, tampoco llegaba en su mejor momento tras perder el control del PSOE nacional. Llegar a unas autonómicas cuando has dado un golpe de Estado en tu propio partido para echar a Pedro Sánchez, quien consigue relegarte de nuevo al feudo andaluz meses mas tarde, no es la mejor carta de presentación, sin duda. Como poco, llega con la pátina de perdedora. Y así fue, perdió contra un candidato del PP andaluz poco conocido pero con un mensaje claro y sencillo, derrocar al "socialismo andaluz de los ERE" que “ya ha gobernado durante suficiente tiempo”. Hay mensajes que se venden solos.

Eso fue hace cuatro años, pero en la actualidad, las cosas han cambiado bastante. El PP también. Ya no lo lidera un Pablo Casado hipervitaminado e infraformado, sino un Feijóo que apenas ha hecho oposición en su carrera, pero que sabe ser y venderse como presidenciable. No ha hecho otra cosa en la última década, de hecho, más allá de fotos en yates con narcos. Bonilla, por su parte, ya viene con la carrerilla de quien ha gobernado durante cuatro años sin excesivos problemas. Le ha beneficiado su alianza con Feijóo, a pesar de que no lo ha utilizado casi nada en campaña (así como tampoco ha usado apenas logos del PP), igual que benefició a Francisco Camps ser el salvador de Rajoy en el Congreso de Valencia tras perder las elecciones en 2008. En realidad, son muchos los paralelismos entre Valencia y Andalucía si miramos estas elecciones. Igual que sucedió en Valencia, que fue un feudo histórico del socialismo en los años 80, esta Andalucía de 2022 parece que va a seguir el mismo camino, asentarse en la comunidad como lo hizo el PP valenciano de Eduardo Zaplana, Francisco Camps y Rita Barberá, que dominaron la comunidad durante casi 20 años. En resumen, valencianizar Andalucía.

La victoria de Moreno Bonilla se explica además también por, como comentábamos antes, la no utilización del nuevo líder del PP y del logo de su propio partido. No es porque no sean buenos perfiles electorales, sino porque el objetivo de esta campaña era precisamente atraer el voto socialista o el voto indeciso, para poder gobernar en solitario. Objetivo conseguido. 

Por eso decíamos al principio que no creíamos que a pesar de conseguir el primer presidente del PP andaluz de hace cuatro años no supuso un cambio de ciclo a nivel nacional. De hecho, Pedro Sánchez se ha pasado cuatro años tan campante. Pero en esta ocasión, con nuevo liderazgo en el PP y un Sánchez que parece haber perdido el rumbo en los últimos meses y el apoyo de los partidos que le han apoyado en la legislatura en el parlamento, no podemos decir lo mismo. Agarrémonos y preparemos las palomitas, que vienen curvas. 

dijous, 9 de juny del 2022

¿Valió la pena?

Hay ocasiones en las que uno como escritor, periodista o simplemente, observador de la realidad que nos rodea, debe preguntarse “¿qué sentido tiene todo esto?”. Sin intentar caer en un nihilismo desaforado o un pasotismo despreocupado, es cierto que en ocasiones la sociedad tiene muy difícil afrontar la vida de una forma optimista. A diario nos rodean noticias descorazonadoras, en las que nos hablan de la guerra, del alza infinita de los precios, hoy por una excusa, mañana por otra, de la corrupción política, del aumento del fascismo en España…

En la segunda década del milenio (2010-2020) vivimos una etapa de politización intensa de la sociedad, con movimientos sociales en todo el mundo, crecientes e influyentes a nivel político y social, que en España suposo nada menos que el fin del bipartidismo. En la televisión, por poner un ejemplo, vimos como los programas que hablaban de política substituían a los programas del corazón los sábados por la noche. Pero con anterioridad, las redes sociales se inflamaron, las calles se llenaron de gente, comenzaron las grandes manifestaciones y, como consecuencia, la contrareforma legislativa para considerar terrorismo (o casi) cualquier tipo de protesta social. Lo que se intentaba cambiar en las redes y las calles, se mantenía a golpe de decreto en los palacios y parlamentos.

Tras años de una durísima crisis, la sociedad comenzó a recuperar mínimamente (muy mínimamente) su poder económico, aunque no sus derechos sociales, ya que todas las leyes aprobadas durante la crisis, allí siguen, sin derogar y, algunas, sin haberse modificado ni una coma. Además, con la recuperación cambiamos los informativos por Netflix y cambiamos un Twitter cada día más tóxico por un Instagram de luz y de color que nos enseña únicamente lo bueno de la vida y los morritos de quienes están visitando parajes o quedando con los amiguis. Cambiamos el activismo político por el postureo ególatra y con él, lo dejamos todo de nuevo en manos de los partidos políticos, de las grandes compañías y de un poder Judicial que con los años se ha convertido en un ente voraz, hambriento de poder.

De hecho, ha sido capaz de influir en elecciones, de actuar activamente contra determinados sectores de la sociedad y conspirar junto a policías patrióticas para difamar y encarcelar a quienes consideran disidencia política. Un negocio excelente si eres de ultraderecha, quizá no tanto si tus ideas son otras.

En definitiva, hemos pasado 10 años en los que se podría haber conseguido mucho políticamente y no se acabó de conseguir demasiado. Las predicciones de los grandes popes de la politología son que la izquierda tiende a lo que tiende siempre, a dividirse, y la derecha a hacerse más fuerte, sustituyendo unos radicales de pacotilla y chaquetas vistosas por los radicales de ultraderecha franquista. No se me parece un gran negocio, sinceramente.

Pero este artículo, que conste, no se ha escrito para criticar a quienes llenaron las calles y movilizaron en las redes durante estos 10 años. No se puede ser activista toda la vida, y de hecho serlo más de 5 años ya es todo un logro. Este texto es una reflexión algo pesimista sobre cómo estamos y lo fácil que nos hemos adaptado a una sociedad exageradamente peor, con la vieja premisa del “Pan y circo”, que podría sustituirse por “trabajo precario y Netflix”.

Y de ahí volvemos a la premisa inicial. ¿Valía la pena este camino? ¿Valieron la pena los centenares de manifestaciones, protestas, para acabar como hemos terminado? Mi respuesta sin duda es “sí, desde luego, valieron la pena”. Porque esos que protestaron contra la precariedad laboral, la escasez de oportunidades, la falta de trabajo, aprendieron a movilizarse, a organizarse y a no aceptar el café para todos que se nos ofreció durante décadas.

Y, aunque algunos crean que no, fueron un ejemplo para las generaciones de jóvenes que hoy están más preocupadas por la ya inevitable emergencia climática y por su falta de futuro que por jugar a videojuegos. Y solo por eso, ya valió la pena.

divendres, 20 de maig del 2022

Pegasus y la cultura política

 Hemos comentado muchas veces la doble vara de medir que se ha tomado con el independentismo y con determinadas posturas de izquierdas en este país. La persecución que han perpetrado determinados movimientos tectónicos del Estado para espiar a quien espiar, fabricar informaciones falsas, influir en elecciones de forma ilícita, se ha hecho más que evidente con el “Caso Pegasus”. Esta es una caja de truenos que ha evidenciado lo que a muchos españoles ya les parece bien, que contra la izquierda y el independentismo, como decíamos hace un mes en este blog, VALE TODO.

Es decir, poco importa que se espíe a otros partidos durante negociaciones de legislatura, poco importa que ese fabriquen noticias falsas para acabar con reputación de políticos independentistas o de Podemos, poco importa que determinados jueces crean que está justificado espiar al vicepresident de la Generalitat o a ganador de las elecciones a la alcaldía de Barcelona, Ernest Maragall. Poco importa, digo, porque como ya hemos mencionado alguna vez, a mucha gente le importa más la unidad de España que la democracia. El concepto de democracia real, me refiero, no el sistema político que hay en España, que no es una democracia. Y afirmo eso porque es muy difícil que exista una democracia en un lugar donde la mitad de la población cree que está bien espiar a rivales políticos o a futuros socios, o inventar noticias falsas para que determinados partidos no lleguen al poder. Es decir, que aprueban la corrupción política.

Porque la democracia es mucho más que el sistema político, mucho más que las instituciones, mucho más que la arquitectura democrática que se fundamenta en la Constitución, los poderes del Estado o los estamentos socioadministrativos que los forman. La cultura política de un país es fundamental para realizar una revisión de lo que ocurre en nuestra sociedad y los atajos, delitos o crímenes que algunos toman para conseguir sus objetivos. La cultura política es la que permite a una sociedad rechazar y repudiar determinadas tácticas políticas, determinadas acciones judiciales o determinados movimientos de lo que de forma simplista pero efectiva se ha denominado como las “cloacas del Estado”. Una sociedad acrítica con la corrupción, como es buena parte de la sociedad española, que prefiere que manden los suyos a que haya una democracia firme y consolidada, respetuosa con los derechos sociales y que no cometa “Casos Pegasus”, o “Watergates a la española”, que es lo que es este caso.

Al tener la sociedad española una falta de cultura política, de respeto por el adversario, de respeto por la diferencia, que no disidencia, política, está esta sociedad condenada a caer en la corrupción, en el espionaje (por muy justificado por la fiscalía y autorizado por un juez que esté). Cuando Villarejo es tildado de demonio que avergüenza al sistema por un lado, pero se le paga millones por otro  para que haga el trabajo sucio, la política española tiene un problema. Y cuando a la sociedad española esto ya le parece bien, o le queda muy lejos, o le importa tres mierdas, la democracia tiene un problema con España. Porque la permisividad con algunos es la condena futura para otros. Las vistas gordas en este sentido, salen caras. Los perseguidores de hoy son los perseguidos del mañana. Este es un concepto que desde muchos sectores no se quiere creer, pero con el que se tropezarán tan pronto como la ultraderecha vuelva al poder. Que volverá. Y cuando eso ocurra…

divendres, 6 de maig del 2022

Pegasus: Cortinas de humo

Este lunes, festivo en Madrid, de buena mañana, se convocó una rueda de prensa del ministro Bolaños para anunciar que el Presidente del Gobierno Pedro Sánchez y la ministra de Defensa, Margarita Robles, habían sido espiados también con el software Pegasus. La credibilidad de las noticias se basa en muchos factores, pero el de la oportunidad, el tempo, el momento en el que aparece, es probablemente uno de los más importantes. Tras semanas de intentar escurrir el bulto, de esconder debajo de la alfombra la noticia del espionaje por parte del Estado a políticos, abogados y empresarios independentistas, de repente aparece un lunes festivo la noticia de que han espiado también al Presidente y a la ministra que admitió que había existido el espionaje y que, además, estaba más que justificado. “¿Qué tiene que hacer el Estado?”, se preguntaba la ministra en sede parlamentaria. “No espiarles, es decir, violar los derechos de los ciudadanos sería un primer paso”, alguien podría contestarle. Porque la afirmación de la ministra es la justificación de los instigadores del caso GAL “no nos quedaba otra”. Alguien debería recordarle a la ministra cómo terminó ese caso.

Pero ¿cuál es el objetivo de admitir públicamente que a tu Presidente del Gobierno le han espiado? Es un clásica cortina de humo. Con ella pretenden desviar la atención de quienes ordenaron el espionaje, convirtiéndolos en víctimas del mismo, porque de culpables de espionaje pasan a la categoría de espiados. Espiados además por un enemigo exterior, supuestamente, Marruecos. 

Como decíamos, el tempo es fundamental, y el hecho de que haya aparecido esta noticia en este momento es consecuencia de que Pedro Sánchez y la parte socialista de su Gobierno han sido incapaces de ocultar el elefante en la sala, día tras día, rueda de prensa tras rueda de prensa, sesión de control tras sesión de control. Significativo es también que Sánchez haya decidido ordenar a la Fiscalía para investigar este espionaje, pero no lo viera en ningún caso conveniente cuando se espiaba a sus 'compatriotas' independentistas. Eso implica que hay ciudadanos de primera y de segunda, que cuando se trata del espionaje a independentistas, está justificado (“¿Qué tiene que hacer el Estado?”) y cuando se trata del presidente y la ministra, es un ataque exterior intolerable que debe investigar un juez. El concepto de "doble vara de medir" se queda extremadamente corto para definir la situación.

Pero hay que tener claro que, aunque desde Moncloa lo puedan ver distinto, esta es sin duda una de las situaciones más vergonzosas para la democracia española y más peligrosas a las que este Gobierno se va a enfrentar en toda la legislatura. Puede acabar con su Ejecutivo si no empieza a tomar decisiones, a presentar soluciones y a cortar cabezas. Aunque sean cabezas de turco. Por mucho que se quiera despistar al populacho con un nuevo enemigo del Estado (Marruecos), por mucho que PP y PSOE veten la creación de comisiones de investigación, aún le queda un largo camino a este Gobierno para poder quedarse tranquilo. A este Pegasus le quedan muchos tramos por recorrer.

dimarts, 19 d’abril del 2022

Pegasus y la política del "TODO VALE"

Esta semana conocíamos una noticia que ya hace unos meses se publicó y pasó muy desapercibida en los grandes medios y la opinión pública, la utilización del software de espionaje Pegasus por parte del Estado para espiar, entre otros, a líderes independentistas, activistas, empresarios, abogados y varios familiares de todos ellos. En esta ocasión ha sido El País (y detrás suyo, todo el resto de medios) quien se ha hecho eco, ya que el grupo de expertos de ciberseguridad Citizen Lab, de Toronto, han confirmado el espionaje realizado. Pegasus es un software de espionaje creado por la empresa israelí NOS Group, y según los expertos, es probablemente el más puntero en la actualidad, hasta el punto que se vende exclusivamente a instituciones estatales y gubernamentales para luchar contra el terrorismo. Es decir, no se vende a personas o empresas privadas en ningún caso.

El Gobierno tiene un papel muy delicado en la actualidad, a pesar de que nieguen desde el PSOE estar implicados en el espionaje y desde Podemos exijan que “rueden cabezas y se depuren responsabilidades”, ya que el hecho que sólo Estados y Gobiernos puedan usar este software es una pistola humeante difícilmente ocultable. Aunque decidieran vender el relato de que lo compró y utilizó únicamente el Gobierno Rajoy, es altamente improbable que desde el Gobierno Sánchez, que ya llevan cuatro años al frente del Ejecutivo, desconociera de su existencia o de su uso por parte del PP. O incluso, que no hicieran uso del mismo.

Y sobre todo cuando, ante las peticiones de los socios de Gobierno, la respuesta es, siendo generosos, muy tibia y poco convincente. Bajo la alfombra estos temas visten mejor y ensucian menos al Estado, pero una vez fuera, son dificilmente ocultables porque la mancha ya está allí y no hay quien la quite. Probablemente porque, igual que en el caso del comisario Villarejo, es un arma que todos usan contra lo que ellos consideran “los enemigos del Estado”, aunque estos sean ciudadanos del mismo. No extraña entonces que medios clásicos de la derecha como El Mundo o ABC no traten a fondo un tema que podría ser carnaza para entorpecer o hacer caer al “Gobierno más progresista de la historia”. Ni un pam de net, como decía mi abuelo.

Aunque quizá lo más preocupante de todo es que buena parte de la ciudadanía (aunque no toda) se puede dividir entre los que les importa tres pepinos que se espíe a independentistas, porque les queda lejos, y aquellos a quienes les parece lógico usar este software contra quienes quieren romper España. Y contra sus abogados. Y contra sus conocidos. Y contra sus parejas. Porque en una guerra vale todo, por muy despreciable que sea, y hay que ganarla cueste lo que cueste.

dimecres, 13 d’abril del 2022

El futuro del país

La luz sigue en niveles astronómicos, los carburantes (a pesar de la rebaja del Gobierno de 5 céntimos) están altísimos, la comida, por todo ello, está cada vez más cara y por supuesto los sueldos no van a subir a corto plazo.  A pesar de que la economía ha mejorado bastante tras el fin de la pandemia, no parece que un aumento en los sueldos vaya a estar en la agenda de la patronal. Como reza su mantra, “No es el momento”. Como si alguna vez en la historia de la patronal hubiesen considerado lo contrario. Pero antes de que el tertulianismo patrio comience a echarse a la cabeza los sindicatos, las pymes, los funcionarios, los autónomos y los asalariados, como si fueran armas arrojadizas de un teatrillo barato, deberíamos reflexionar sobre un par de asuntos.

¿Cuál es el futuro de este país, si las grandes empresas energéticas eléctricas y petroleras son todopoderosas e impiden que prolifere sin tantas ataduras ni peajes las energías limpias o el autoconsumo? ¿Cuál es el futuro de este país si, como comentábamos en el anterior post, el PSOE se ha vendido desde hace bastantes años al capital? Quizá nos espere un futuro como el de Francia, en el que en el menú de las elecciones presidenciales existen sólo dos platos, la nueva derecha de Macron y la nueva ultraderecha de Le Pen. Siempre he dicho que otra derecha es necesaria en España, que el PP tiene mucho a envidiar a las derechas europeas, en su mayoría menos casposas y más proclives a aislar a las ultraderecha.

Por mucho que Núñez Feijóo se empeñe en mostrar su cara más moderada y centrista, lo cierto es que su primera decisión, aún antes de ser oficialmente nombrado líder del PP, ha sido autorizar que el PP de Castilla La Mancha pacte con la ultraderecha. Nadie en su sano juicio puede creerse que como líder in pectore no tenía poder para detenerla o que “lo decidió Casado” (lo decidiera realmente o no) o que él no la conocía o le era imposible detener esa decisión. El PP no funciona así. En el PP el líder manda, el resto obedece. Punto.

Si en el PP aceptan la ultraderecha como lo que ha sido siempre, una parte escindida de ellos mismos, y por lo tanto, un aliado natural. A pesar de que lo hagan (o nos hagan creer que lo hacen) con una pinza en la nariz.

Por eso es tan importante que exista una izquierda fuerte en España, no descafeinada, no asimilada por el sistema, no deudora de los bancos y no al servicio de las eléctricas. Es necesario un partido de izquierdas fuerte, un partido que obviamente no es el PSOE. Podemos por su parte, haría muy bien de volver a intentar consenso con las distintas formaciones de izquierdas de todo el territorio, pero sin querer asimilarlos u absorberlos, como han intentado sin éxito en los últimos años, provocando precisamente el fin del los bloques comunes en distintas comunidades. Si no aceptan que, aunque comparezcan bajo un paraguas común, son entidades distintas, nunca conseguirán que la macedonia de partidos de izquierda se unan en un proyecto común.

dissabte, 26 de març del 2022

Vendidos al capital

La vida ha derivado en los últimos 15 años en una suerte crisis, momentos históricos, pandemias y guerras que han desmontado por completo tanto el Estado del bienestar como la clase media. Dicen los milenials que están ya hartos de momentos históricos, sucesos imprevisibles y cambios climáticos que devastarán el planeta cuando ellos lleguen a los 40. Entre la rabia juvenil contra los destructores del planeta y el pasotismo de las clases dirigentes, que retrasan década tras década el tomar medidas para disminuir las emisiones de carbono, es obvio que hay un término medio, pero también lo es que ese termino medio ni resolverá el problema ni evitará el cataclismo climático que se nos viene encima, según los científicos.

Por otro lado, nos encontramos una socialdemocracia no descafeinada sino vendida al capital, que prefieren defender a las eléctricas que a los ciudadanos. No es un caso en absoluto nuevo, en España llevamos décadas viviéndolo, siendo el penúltimo ejemplo el aumento descabellado del precio de la luz des de la reforma del verano pasado de los tramos eléctricos. El gobierno supuestamente más progresista de la historia (probablemente la mayor mentira que se ha contado en España desde el “Fue ETA” de Aznar y el Mundo sobre el 11-M), no sólo no va a hacer absolutamente nada por solucionar este tema sino que es cómplice de él y JAMÁS, repito, JAMÁS, va a proponer un cambio legislativo del mercado eléctrico para evitar que las tres eléctricas se enriquezcan mientras el resto de trabajadores, pymes e incluso algunas grandes empresas se vayan a pique por este asunto.

Antes mencionaba el penúltimo, pero el último ejemplo de que el gobierno está vendido al capital es el aumento, de nuevo, del precio de los carburantes, y la consecuente huelga de transportistas, que afecta no sólo a estos trabajadores sino a todo el país. Pedro Sánchez ha comentido un error garrafal al menospreciar este problema, igual que a Rubalcaba (porque Zapatero en esa época ya ni controlaba su partido) le estalló el 15-M en la cara y dio alas al PP de Rajoy. Que se cuide mucho Sánchez de cometer este tipo de errores, y que los corrija con celeridad, porque Feijóo no es Casado, a pesar de que suelte salvajadas estilo VOX como que matar a los hijos de tu pareja no es violencia de género.

Hasta ahora el “Manual de supervivencia” que le ha servido hasta hoy puede necesitar una actualización en una situación inesperada de Guerra en Ucrania, revuelta de transportistas y un jefe nuevo de la oposición. El final de la carrera del actual presidente puede estar cerca si menosprecia a los problemas de la ciudadanía.