La luz sigue en niveles astronómicos, los carburantes (a pesar de la rebaja del Gobierno de 5 céntimos) están altísimos, la comida, por todo ello, está cada vez más cara y por supuesto los sueldos no van a subir a corto plazo. A pesar de que la economía ha mejorado bastante tras el fin de la pandemia, no parece que un aumento en los sueldos vaya a estar en la agenda de la patronal. Como reza su mantra, “No es el momento”. Como si alguna vez en la historia de la patronal hubiesen considerado lo contrario. Pero antes de que el tertulianismo patrio comience a echarse a la cabeza los sindicatos, las pymes, los funcionarios, los autónomos y los asalariados, como si fueran armas arrojadizas de un teatrillo barato, deberíamos reflexionar sobre un par de asuntos.
¿Cuál es el futuro de este país, si las grandes empresas
energéticas eléctricas y petroleras son todopoderosas e impiden que prolifere
sin tantas ataduras ni peajes las energías limpias o el autoconsumo? ¿Cuál es
el futuro de este país si, como comentábamos en el anterior post, el PSOE se ha
vendido desde hace bastantes años al capital? Quizá nos espere un futuro como
el de Francia, en el que en el menú de las elecciones presidenciales existen
sólo dos platos, la nueva derecha de Macron y la nueva ultraderecha de Le Pen.
Siempre he dicho que otra derecha es necesaria en España, que el PP tiene mucho
a envidiar a las derechas europeas, en su mayoría menos casposas y más
proclives a aislar a las ultraderecha.
Por mucho que Núñez Feijóo se empeñe en mostrar su cara más
moderada y centrista, lo cierto es que su primera decisión, aún antes de ser
oficialmente nombrado líder del PP, ha sido autorizar que el PP de Castilla La
Mancha pacte con la ultraderecha. Nadie en su sano juicio puede creerse que
como líder in pectore no tenía poder para detenerla o que “lo decidió Casado”
(lo decidiera realmente o no) o que él no la conocía o le era imposible detener
esa decisión. El PP no funciona así. En el PP el líder manda, el resto obedece.
Punto.
Si en el PP aceptan la ultraderecha como lo que ha sido
siempre, una parte escindida de ellos mismos, y por lo tanto, un aliado
natural. A pesar de que lo hagan (o nos hagan creer que lo hacen) con una pinza
en la nariz.
Por eso es tan importante que exista una izquierda fuerte en
España, no descafeinada, no asimilada por el sistema, no deudora de los bancos
y no al servicio de las eléctricas. Es necesario un partido de izquierdas
fuerte, un partido que obviamente no es el PSOE. Podemos por su parte, haría
muy bien de volver a intentar consenso con las distintas formaciones de
izquierdas de todo el territorio, pero sin querer asimilarlos u absorberlos,
como han intentado sin éxito en los últimos años, provocando precisamente el
fin del los bloques comunes en distintas comunidades. Si no aceptan que, aunque
comparezcan bajo un paraguas común, son entidades distintas, nunca conseguirán
que la macedonia de partidos de izquierda se unan en un proyecto común.
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