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dimarts, 15 de març del 2022

Guerra en blanco o negro

La guerra en Ucrania nos lleva a reflexionar sobre los medios de comunicación, sobre la información, sobre el sesgo claro que se está produciendo, sobre el relato que claramente ha ganado el presidente ucranio y sobre las imágenes que vemos en redes o las que vemos en medios de comunicación. Hablando con ello con mi mejor amigo (que en ocasiones me saca absolutamente de quicio, pero por algo es mi mejor amigo), analizábamos esta semana el tratamiento mediático de los medios de esta guerra. Aunque él no esté de acuerdo, como dice el mantra periodístico, “en una guerra la primera víctima es la información”. Realmente la frase original es “la primera víctima es la verdad”, pero siendo el de Verdad un concepto tan debatible y subjetivo, es mejor analizarlo desde un punto de vista informativo.

Desde un inicio, desde antes incluso del infame ataque de Rusia a Ucrania, el sesgo informativo ha sido claro. A favor de Ucrania y en contra de Rusia. Viendo lo ocurrido, analizando los hechos, tiene toda la lógica del mundo, no es en absoluto difícil de entender, pero no podemos olvidar que por el camino se pierden los matices. El gris se pierde claramente en una guerra, porque estás con unos o estás con otros. Poco importa que el presidente de Ucrania fuese un personaje muy poco querido y valorado o incluso considerado como corrupto por sus conciudadanos hace 4 meses, porque ahora es un héroe. Claramente ha ganado el relato. Un conflicto siempre es generador de discursos binarios. A contra B, Buenos contra Malos, hombres contra monstruos. Por mucho que tenga toda la lógica del mundo, aterroriza un poco comprobar cómo todo el mundo ve las cosas en blanco o negro.

Un ejemplo de ello es que este conflicto iniciado por Vladimir Putin también está afectando a muchos ciudadanos rusos, dentro y fuera de su país, que no necesariamente están a favor de la invasión de Ucrania. Fuera del país, siendo objetivo de críticas que no forzosamente merecen, bulling en las escuelas u otras consecuencias que son en muchas formas injustas, porque sufren un castigo por el simple hecho de ser de un país en concreto. Por ejemplo, ¿hasta qué punto es legítimo censurar a los deportistas rusos a participar en certámenes y torneos por el hecho de ser del mismo país que Vladimir Putin? ¿En qué ayuda eso a detener a la guerra?

Otros, se ven forzados a decir si están a favor o en contra del conflicto. ¿Desde cuando una persona debe verse obligada a expresar sus opiniones políticas, religiosas o del tipo que sea, en público, para no sufrir consecuencias? ¿Qué tipo de chantaje es ese? Aunque uno desprecie este ataque ruso a Ucrania, ¿Quiénes somos nosotros para obligar a los rusos a expresarse públicamente al respecto? ¿Quién es occidente, que ha saqueado, aniquilado y bombardeado países con excusas baratas para apropiarse del petróleo de varios países, para obligar a nadie a decir de qué lado está?

Por otro lado, dentro de su país, la disidencia ha sido duramente reprimida y son por lo menos 6.000 los manifestantes detenidos por el régimen de Putin, quien no sólo se contenta con silenciar a sus ciudadanos, sino que también ha cerrado medios de comunicación contrarios al régimen y ha aprobado una ley que prohíbe a dar mensajes periodísticos distintos a los que ensalza su gobierno, con posibles penas de prisión de al menos 10 años para quienes osen dar un discurso distinto. De nuevo, es "con nosotros o contra nosotros". Es decir, ha matado la libertad de información. Es decir, Rusia se ha convertido oficialmente en una dictadura. Y de eso, las primeras víctimas son los rusos. 

Y lo paradójico de este artículo es que la situación nos ha llevado a que yo tenga que escribir lo obvio, es decir que, aunque alguien pueda creer lo contrario, me repugna lo que está haciendo Rusia en Ucrania. Las ciudades que está atacando el ejército ruso, la cantidad ingente de víctimas y de refugiados que ha provocado esta invasión. Es la prueba de que esta, como todas, es una guerra en blanco o negro.

divendres, 18 d’octubre del 2019

Impearmibilidad mediàtica

Es absurdo creer que no estamos influidos por los medios. Dos años consecutivos de campaña mediática ininterrumpida emitiendo la culpabilidad de políticos y activistas es imposible que no tenga una influencia y repercusión, incluso en la gente más inteligente de este país. Dos años ininterrumpidos de declaraciones de políticos y ministros de cualquier color pueden hacerte llegar a creer que permitir un debate en un parlamento y convocar manifestaciones es un delito que hace 49 años que fue eliminado en Alemania: sedición. La razón para acusar de rebelión y sedición es clara: estos delitos incluyen pena de cárcel y la desobediencia, que es lo que aplicaría, no.
Puede que la condena de entre 9 y 13 años apolíticos catalanes te parezca normal. O ajustada a derecho. O justa. O incluso puedes llegar a pensar que se lo merecen. Pero quizá deberíamos preguntarnos porqué. ¿Por qué creemos que una condena de 13 años es normal?
Cuando a los independentistas nos dicen con tono paternalista que nos ha engañado TV3 y los políticos catalanes, igual deberíamos reflexionar todos si somos realmente inmunes a los medios que leemos, vemos y escuchamos y a los políticos que aparecen en ellos. Es bastante probable que no.
Ahora, para que no se hable de la sentencia, el mantra es "Catalunya es peligrosa". No es nuevo en absoluto, pero bastan 4 fuegos de encapuchados para declarar con el megáfono el movimiento independentista es violento. Como siempre, el detalle concreto no hace el todo.
Reflexionemos, porque posiblemente no seamos tan impermeables como creemos. Reflexionemos, porque la razón en tiempos de pasión es muy necesaria.

dilluns, 18 de juny del 2018

La Manada mediàtica

He leído que varias televisiones y medios están planeando entrevistar a los miembros de #LaManada. Me plantea algunas reflexiones:
Si el periodismo de este país no es capaz de darse cuenta que dar voz al abogado de la púrria violadora de #LaManada NO APORTA NADA SANO a esta sociedad, es que estamos peor de lo que creía.
Porque aparte de morbo y audiencia, entrevistar a sus abogados y a los propios condenados por violar a una chica en San Fermines'17 no hace más que perpetuar el daño que ya han hecho. Las ganas de vomitar que me da últimamente parte del periodismo estatal no tienen parangón.
Hace muchos años que estoy decepcionado con una profesión que he amado como pocas cosas en esta vida. Con los medios de comunicación en concreto y con unos profesionales divididos que no son capaces de unirse en un estamento que les dé voz de forma unitaria sean de derechas o izquierda.
La división interna, la precariedad laboral (sí, sé que no es la única profesión precaria en España) y la subordinación al sistema, en lugar de ejercer con una actitud de ponerlo en cuestión, son los grandes males del periodismo del país.
Pq el problema no son ni las redes sociales, ni Internet, ni los móviles, ni los milenials, ni el activismo. Eso son consecuencias de la natural transformación de una sociedad que cambia cada vez más rápido. El problema es el inmovilismo de una profesión que debe ser dinámica.
Para no desentonar con el sistema o enfadar a los partidos, el periodismo se ha vuelto en el altavoz, en lugar de ser la voz cuestionadora de quienes nos han dirigido, mentido y robado mil y una veces. En definitiva, somos lacayos y aceptamos las migajas que nos dan.
Y es obvio que sí hay determinados medios y muchísimos periodistas que no se han vendido y tratan de hacer un periodismo digno. Pero es que el % respecto al resto es tan pequeño.... Y se les da tan poca voz, que es descorazonador.
Hace años que barrunto entre escribir o no un libro sobre el periodismo en España. Siempre me he decantado por no hacerlo pq A) nadie va a dar bola desde los medios a un libro que los critica duramente y B) publicar un libro es un acto de fe en una población apenas que lee.
Sea como fuere, es necesario que el periodismo se una, levante la voz y exija a los dueños de los medios un tratamiento digno y una independencia de los partidos políticos que en muchas ocasiones no se da, por razones económicas. Que se lo pregunten al grupo Prisa.
Y sobre todo, el periodismo debería abstenerse de dar voz a quienes violan a una mujer, porque lo que tengan que decir ya ha sido dicho muchas veces en el juicio y en los medios, y sobre todo porque sus testimonios no van a aportar ningún bien a la víctima, ni a las pasadas o futuras víctimas de las que estos condenados por violación hayan abusado.
Tener un micrófono, una cámara un ordenador, un móvil o un bloc de notas es una responsabilidad que como periodistas debemos asimilar y ejercer. Otra es defender nuestro trabajo, por encima del medio en el que estamos o del jefe que nos ordene entrevistarles.
El equilibrio entre hacer lo que uno debe publicar o ser despedido es dificilísimo, a veces imposible. Pero si no somos conscientes de la importancia que tiene, quizá sea mejor dejar la profesión, como algunos con mucha tristeza hemos hecho.