dimecres, 22 de juny del 2022

Elecciones Andaluzas'22: La valencianización

“Andalucía consolida su camino a la derecha con la mayoría Absoluta de Moreno Bonilla”. Este podría ser el titular de cualquier periódico que quisiera analizar el resultado de las Elecciones Andaluzas’22. Pero lo cierto es que Andalucía lleva derechizándose, como el votante del PSOE, desde hace por lo menos 20 años. Poco a poco, este partido ha abandonado en Andalucía y en muchas otras comunidades la esencia de la izquierda. Es decir, apostando únicamente por el centro y cediendo a Podemos y otras confluencias el pastel de las políticas no ultraliberales, el PSOE ha se ha acabado convirtiendo en una suerte de Ciudadanos ideológico. Teniendo en cuenta la creciente presencia de VOX, el votante clásico del PSOE se ha centrado tanto que no le importa votar a los socialistas que a su supuesto rival acérrimo, el PP. Es decir, le es igual votar rojo que azul, porque en esencia vienen a ser lo mismo, aunque sus pasados sean muy distintos.

Pero el pasado es eso, pasado. Y si quieres ganar unas elecciones necesitas más que el cuento de la Transición para seguir votando a un partido, sobre todo cuando Moreno Bonilla ha apostado por la misma carta que Sánchez ha estado usando en los últimos meses, el miedo a la ultraderecha. El voto útil. La jugada ha salido redonda, teniendo en cuenta que han conseguido mayoría absoluta, que han robado mucho voto al PSOE y que conseguirán gobernar con mayoría, como lo hacían el PSOE de Chávez, Griñán o Susana Díaz. El PSOE de los señoritos, castigado por nepotismo y la corrupción, ha hecho indistinguibles a los dos partidos, por lo que el votante socialista ha votado sin miedo a un Moreno Bonilla que se vendió muy acertadamente como el antídoto a la ultraderecha (aunque en algunas políticas no se distinguirán demasiado, precisamente). Si le sumas a eso un candidato socialista, Juan Espadas, con menos carisma que un cacahuete deprimido, y un Podemos partido en dos, el cóctel difícilmente podría haber salido de otra forma. 

Por otro lado, si en las anteriores elecciones explicábamos que los resultados andaluces no debían verse como un indicio del famoso “cambio de ciclo”, este año la situación es muy distinta. En las anteriores veníamos de varias décadas de socialismo gobernando Andalucía, es decir con un obvio desgaste de años gobernando. En cuanto a la candidata, Susana Díaz, heredera de Chávez y Griñán, es decir, manchada aunque sea por herencia por la corrupción de los EREs, tampoco llegaba en su mejor momento tras perder el control del PSOE nacional. Llegar a unas autonómicas cuando has dado un golpe de Estado en tu propio partido para echar a Pedro Sánchez, quien consigue relegarte de nuevo al feudo andaluz meses mas tarde, no es la mejor carta de presentación, sin duda. Como poco, llega con la pátina de perdedora. Y así fue, perdió contra un candidato del PP andaluz poco conocido pero con un mensaje claro y sencillo, derrocar al "socialismo andaluz de los ERE" que “ya ha gobernado durante suficiente tiempo”. Hay mensajes que se venden solos.

Eso fue hace cuatro años, pero en la actualidad, las cosas han cambiado bastante. El PP también. Ya no lo lidera un Pablo Casado hipervitaminado e infraformado, sino un Feijóo que apenas ha hecho oposición en su carrera, pero que sabe ser y venderse como presidenciable. No ha hecho otra cosa en la última década, de hecho, más allá de fotos en yates con narcos. Bonilla, por su parte, ya viene con la carrerilla de quien ha gobernado durante cuatro años sin excesivos problemas. Le ha beneficiado su alianza con Feijóo, a pesar de que no lo ha utilizado casi nada en campaña (así como tampoco ha usado apenas logos del PP), igual que benefició a Francisco Camps ser el salvador de Rajoy en el Congreso de Valencia tras perder las elecciones en 2008. En realidad, son muchos los paralelismos entre Valencia y Andalucía si miramos estas elecciones. Igual que sucedió en Valencia, que fue un feudo histórico del socialismo en los años 80, esta Andalucía de 2022 parece que va a seguir el mismo camino, asentarse en la comunidad como lo hizo el PP valenciano de Eduardo Zaplana, Francisco Camps y Rita Barberá, que dominaron la comunidad durante casi 20 años. En resumen, valencianizar Andalucía.

La victoria de Moreno Bonilla se explica además también por, como comentábamos antes, la no utilización del nuevo líder del PP y del logo de su propio partido. No es porque no sean buenos perfiles electorales, sino porque el objetivo de esta campaña era precisamente atraer el voto socialista o el voto indeciso, para poder gobernar en solitario. Objetivo conseguido. 

Por eso decíamos al principio que no creíamos que a pesar de conseguir el primer presidente del PP andaluz de hace cuatro años no supuso un cambio de ciclo a nivel nacional. De hecho, Pedro Sánchez se ha pasado cuatro años tan campante. Pero en esta ocasión, con nuevo liderazgo en el PP y un Sánchez que parece haber perdido el rumbo en los últimos meses y el apoyo de los partidos que le han apoyado en la legislatura en el parlamento, no podemos decir lo mismo. Agarrémonos y preparemos las palomitas, que vienen curvas. 

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