dijous, 16 d’agost del 2012

Serpientes estivales

El verano es época de incertidumbres periodísticas. Como profesional te las compones para sacar una información más o menos decente cada día y que no suene tan ridícula como "La casa de veraneo del político X" o "En Mataloscuervos de Abajo lanzan a una vaca de un tercer piso, esperando que no se haga mucho daño, no sea que les prohíban tan ilustre tradición". Incluso se podría añadir el testimonio del típico vecino del pueblo afirmando: "Siesque ya está bien, los ecologistas estos que lo quieren prohibir todo! A las vacas les encanta "Lanzao de la vaca", es una fiesta para ellas!". Bueno, habría que comprobar el testimonio de la vaca, pero de todas formas, como decía, la labor periodística en verano suele tomar siempre unos tintes algo pintorescos. 

Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda.
Aunque cada junio, julio y agosto aparezcan "las serpientes del verano" que nos salvan el esfuerzo de tener que buscar temas, lo cierto es que algunos de ellos se alargan demasiado y acaban derivando en debates que resultan poco serios. El caso de Sánchez-Gordillo, Robin Hood para unos y demonio ultraizquierdista, maltratador, golpista y atraca-Súpers para otros, ha llevado a la prensa de este país a dividirse entre la exculpación tímida y la lapidación (y posterior crucifixión) en la plaza pública de la TDT. No creo que Sánchez-Gordillo sea Robin Hood ni el Che Guevara, como lo han pintado algunos medios extranjeros como el New York Times, ni el sucesor natural de el Dioni o el Vaquilla, como le han pintado otros. Sin duda es un político muy inteligente que sabe cómo utilizar a la prensa y las redes para dar un mensaje claro que no gusta a mucha gente y que entusiasma a otra. Sin duda es un político que no deja indiferente. 

Llevo varios meses leyendo retuits de su cuenta por parte de conservadores y liberales que le critican y se burlan de él a partes iguales, sin darse cuenta (o haciéndolo a propósito) de que lo único que hacen es hacerle una excelente publicidad gratuita. Del mismo modo que los rojos nos indignamos y criticamos fuertemente a un tipo como Jimenez Losantos cuando pasó a las mañanas de la COPE poco antes de la llegada de Zapatero al Gobierno por hacer uno de los periodismos más zafios, lamentables y reprochables que ha vivido este país, en el que el insulto, la infamia y la conspiranoia eran el pan de cada día. Ese grito de rabia contra Losantos lo único que consiguió fue dar una excesiva publicidad y notoriedad a un personaje que no lo merecía. No comparo a Gordillo con Losantos, que conste, pero hay ocasiones en las que hay que pensar muy bien si es mejor atacar desaforadamente o simplemente ignorar. 

Otra noticia que este verano nos ha tenido entretenidos es la reciente convocatoria por parte de Anonymous y otros grupos de ocupar el Congreso el 25S. Por lo que he podido informarme sobre esta, a mí no me parece que intentar ocupar el Parlamento (acción que no se va a producir, porque la represión policial va a ser de órdago y porque lo van a proteger como si de un búnker se tratara) sea la acción que la población está esperando. Parece un brindis al sol, esperando que los políticos recapaciten y decidan, por este acto, convocar elecciones, formar una asamblea constituyente y reformar la Constitución en contra de sus propios intereses políticos. Sinceramente, me parece poco probable, por no decir una quimera irrealizable. El artículo de opinión de @Hugomabarca en TerceraInformación da algunos argumentos interesantes más a este respecto. Otra cosa es que, si este acto se considera de otra forma, pueda recibir más apoyos de los que está recibiendo por parte de una región de la izquierda, entre la que me incluyo. Tiempo hay.

Pero de ahí a decir que esta convocatoria es un golpe de Estado encubierto y que Anonymous, el 15M, la ETA, el Grapo, el Cojo Manteca y Rita la Cantaora intentan de esta forma acabar con la mayoría absoluta del PP, me parece una conspiranoia aún más enfermiza que la que tuvo El Mundo con los atentados del 11-M, que ya es decir. Y de Mario Conde, mejor ni hablamos. 

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