diumenge, 13 de gener del 2013

Catalunya o Cataluña

El futuro de Cataluña va a ser tendencia este 2013. Me atrevo a pronosticar que será uno de los más recurrentes para la política española. Como viene siendo costumbre, se utilizará el mal llamado "problema catalán" como cortina de humo para ocultar otros asuntos (recortes, subidas de IVA, aumento del desempleo,etc.) por ministros expertos en desviar la mirada de donde importa como José Ignacio Wert. No es un fenómeno nuevo en absoluto, ya que Aznar, Esperanza Aguirre, Bono, Rodríguez Ibarra (y últimamente también Monago y Feijóo) llevan utilizando la catalanofobia desde hace décadas, con excelentes réditos políticos y personales. 

De hecho, los catalanes (esos seres rarunos a quienes, dicen, nos gusta molestar, ser insolidarios y, sobre todo, romper Españas con nuestras reinvindicaciones inventadas y victimistas) solemos echar de menos que se nos comprenda. Que después de 30 años de democracia, los españoles no identifiquen (o no sepan identificar) la diferencia entre catalanismo, independentismo, nacionalismo catalán y Convergència i Unió, es ciertamente desconcertante. Admito que no es tarea fácil, que incluso para algunos catalanes es difícil entender estas diferencias, pero creo necesario definirlas para separarlas una de otra. 

- Catalanismo - Sentimiento de amor o admiración a Catalunya, su cultura, sus costumbres, su idioma, etc.
- Independentismo - Ideología política que reclama la independencia política, social y económica del territorio catalán (y en algunas de sus tendencias internas, también la unión del territorio valenciano y las Islas Baleares) como un estado propio separado de España. 
- Nacionalismo catalán - El nacionalismo catalán no sería más que un tipo de nacionalismo (como existe el  irlandés, el español, el francés, el de Quebec, el británico, el escocés, el estadounidense, el chino, o cualquier otro), en este caso que reivindica los valores del catalanismo (ver definición de Nacionalismo en Wikipedia, para más info). Precisamente, una característica del nacionalismo catalán es que no ha sido especialmente independentista, excepto en el último año. 
- Convergència i Unió - Partido político nacionalista catalán, con nula tendencia independentista, excepto en el último año (y por razones electorales). 

Vistas las diferencias, y aunque pueda parecer absurdo recalcarlo, alguien puede ser catalanista, no independentista, no nacionalista y por supuesto, no pro-Convergència i Unió. Es decir, un madrileño o un extremeño, pueden ser catalanistas, o si lo prefieren, catalanófilos, (que para mí son claramente sinónimos). Por tanto, un independentista es un catalanista que quiere la independencia de Catalunya (como mucha gente en ERC), mientras que un nacionalista catalán es un catalanista que desea la relevancia política de Catalunya, pero no necesariamente su independencia, ya que se encuentra cómodo en España (como Duran i Lleida). 

El economista Ignacio Trillo.
He creído necesario escribir este post después de leer uno publicado por el economista Ignacio Trillo en su blog. Este extenso e interesante artículo, escrito el pasado 20 de noviembre, explica de forma magistral el origen del catalanismo histórico y político, pero peca en mi opinión de confundir en varias ocasiones los cuatro términos antes descritos (o de no separarlos suficientemente, por lo menos). Esa es la mayor pega que encuentro a un muy buen artículo sobre Cataluña, Convergència i Unió y Artur Mas. También es cierto que en él se encuentran comentarios que describen una "política económica insolidaria (en caso de independencia)" por parte de Cataluña. Tengo que decir que a estas alturas, como análisis me parece inconcebible, tras 30 años de solidaridad económica catalana más que demostrable por las balanzas fiscales (las cuales permanecieron ocultas, por un hecho que aún no llego a comprender, hasta la llegada de Zapatero a la Moncloa). 

Por otro lado, explica muy bien cómo el nacionalismo español ha usado el independentismo como arma arrojadiza para ocultar males propios (exactamente igual que ha hecho CiU por su parte en Cataluña), pero el artículo parece dar a entender que el independentismo es obra y creación de Artur Mas y CiU, o por lo menos, que han patentado la idea, cuando el independentismo es una ideología política con décadas de existencia y un sentimiento más vivo que nunca en la ciudadanía catalana (incluso un pensamiento racional, como comentaba en mi artículo Independentismo racional). Así se entiende si vemos los resultados de las elecciones catalanas de 2012, en las que la mayoría de independentistas (de verdad) optaron por dar su apoyo al partido que lleva ya muchos años reclamando la independencia, Esquerra Republicana. Es de pura lógica. Entre una marca independentista y otra que se lo hace para conseguir mayoría absoluta, optas por la marca original, no por la imitación. 

El artículo refleja muy bien los distintos casos de corrupción ocurridos en los últimos años y lo que supondría económicamente para España y Cataluña la independencia, tema que no voy a abordar, porque no soy economista ni tengo ningún tipo de estudios similares, por lo que desde mi total desconocimiento doy por buena su interpretación de que no resultaría buena ni para unos ni para otros, económicamente. Eso tampoco significa que la deriva económica actual sea buena, ni muchísimo menos, ni que "unidos saldremos de esta" porque para ser sinceros, por el momento "unidos nos está yendo de puta pena". 

Por otro lado, no entiendo tampoco que en el artículo aparezcan reflejados argumentos contra la independencia como que "toda España debe decidir el futuro de Cataluña, porque les afecta" o que "no puede haber independencia porque no está recogida en la Constitución". En el primer caso es obvio: Cataluña no decide (ni debe decidir) sobre las cuentas fiscales o sobre las elecciones o sobre cualquier otro asunto que ocurra en Madrid, Extremadura, Valencia, País Vasco, Andalucía o Galicia, por lo tanto, creo que no deba decidir el resto sobre lo que quieren los catalanes. Y mi postura sería la misma si cualquiera de estas regiones decidiera independizarse o cambiar su legislación  para montar una Hacienda propia o un Eurovegas, por ejemplo, hecho que sin duda afectará al resto de comunidades, si acaban siguiendo su mismo ejemplo. Pasaríamos de la mayor chapuza de la Transición, el "café para todos", al "todos decidimos qué café toma Cataluña". Delirante.

En cuanto a la "ilegalidad constitucional" de la independencia, me gustaría saber cuantos países que se han acabado independizando lo han hecho porque la independencia estuviese recogida en la constitución del país al que pertenecían. Me temo que la cifra iba a estar rondando el cero. Dicho un argumento que se descalifica a sí mismo, en realidad. 

En todo caso, tenemos clara una cosa, una de las tendencias de opinión de 2013 va a ser sin duda Catalu_a, sea con "Ñ" o sea con "NY". Y estaremos aquí para analizarlo. 

4 comentaris:

  1. A pesar de que tampoco soy economista, sólo viendo el resultado de las independencias en la Europa continental del último siglo cabe decir que no sólo a los nuevos Estados les ha supuesto una mejora económica -desde que Noruega se independizó de Suecia hasta Eslovaquia que se escindió de Chequia, pasando por las repúblicas Bálticas o Croacia y (sobretodo) Eslovenia- sino también hay que resaltar que ninguno de los países independizados (ni uno sólo) ha pedido reingresar de nuevo en el Estado al que pertenecían. Creo modestamente que por muy mal que lo hiciera Catalunya económicamente, el hecho de no tener un lastre tan importante como es España incrementará el PIB y la calidad de vida de los catalanes.

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  2. Concuerdo casi al 100% con lo que expresas en este artículo, como casi siempre.

    Sin embargo, creo que la convicción que muchos tenemos sobre la imperiosa necesidad de la sociedad catalana de dotarse de una comunidad política propia y soberana no se puede comprender sin analizar el concepto predominante de España que se impone desde un Estado y unas estructuras estatales poderosamente ideologizadas en un nacionalismo español. Si muchos catalanes no se sienten representados por el Estado y nuestra sociedad ni encuentra encaje en el proyecto común que se le presenta, hay que pensar en un fracaso del estado y no una enajenación masiva de la ciudadanía, al menos si no queremos caer en precedentes muy peligrosos para la democracia si fueran aplicados sistemáticamente a todos los españoles y no sólo a los díscolos periféricos.

    Lo económico o cultural-identitario son sólo dos caras de la misma moneda, dos efectos simultáneos de una España que no sólo no atiende a su pluralidad, sino que la niega, ataca y pretende reducir si no eliminar, como demuestran las tropelías que perpetra el PP en el País Valencià, les Illes o en el Aragón Oriental —o Franja de Ponent, según nos situemos en el mapa o si habalmos de coordenadas políticas o lingüísticas.

    Ni siquiera el malestar de parte de sus ciudadanos expresada en una creciente mayoría de voluntad secesionista del 16% de su población induce a flexibilización alguna del nacionalismo español de cuño castellano y mentalidad uniforme; aún al contrario, el Estado y sus estructuras de poder se enrocan en posiciones de intransigencia, negación de derechos, imposición de leyes elevadas a dogma, cuando no a improperios, amenazas de suspensiones de las instituciones o inhabilitaciones de las personas y hasta directas apelaciones a las Fuerzas Armadas.

    Los catalanes aprendimos la lección del Estatut, aprobado en dos parlamentos de legítimos representantes de la voluntad popular, refrendado por la ciudadanía catalana y cercenado vergonzosamente por un tribunal Constitucional politizado (después de campañas rebosantes de xenofobia). Lamentablemente, en España parece que este aprendizaje pasó por alto o se interpretó de manera opuesta. Esperemos que, como dijo un Padre de la Constitución que ahora se blande como barrera y castigo, en esta ocasión no sea necesario bombardear Barcelona, o, al menos, quien sabe, el imperio pueda recuperar Portugal. Bueno, ni que sea Gibraltar.

    Me pregunto, sin embargo, qué será de España sin "sospechosos" habituales. Ya olvidados pretèritamente los contubernios judeomasónicos y las insidias de los rojos ocultos en potencias extranjeras, privados de los atentados de ETA —a pesar de tantas invocaciones de sus antaño más férreos (y ruidosos) detractores y las políticas carcelarias ilegales— no sé qué haran, si nos independizamos o finalmente nos eliminan como pueblo, sin los mezquinos catalanes.

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  3. És evident que ens afectarà econòmicament perquè el 45% de les nostres exportacions són a Espanya, però Catalunya te prou cintura industrial per suportar i solventar el problema. Espanya només podrà optar a continuar rebent ajuts de la UE (Catalunya inclosa).

    Gran article...

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  4. Un plaer llegir-te, com sempre. L'anàlisi sobre distincions el comparteixo amb matisos, però crec sincerament que aquest anàlisi, a aquestes alçades de la història i després de tot el que ha passat des del setembre, queda una mica enrere.
    Molts catalans van veure fa dos anys i mig com el Constitucional esmicolava l'Estatut, i amb ell una manera oberta d'entendre la Constitució espanyola. Amb voluntat política hauria estat possible un encaix de Catalunya en una Espanya orgullosa i defensora de la seva plurinacionalitat. Però no va ser així. El Constitucional va tancar aquesta porta amb el beneplàcit del gobierno amigo socialista del president Zapatero i amb Chacón de ministra celebrant-ho amb castanyoles.
    D'aquí plora la criatura. I ningú a Espanya va ser conscient del que per nosaltres significava allò. Ya está, tema finiquitado, o cepillado com deurien dir d'altres. Un altre poble s'hauria resignat, però resulta que Catalunya se seguia sentint nació encara que l'Estat no li ho reconegués. I resulta que tenia i té projecte propi, i no vol renunciar-hi. La primera mostra de vitalitat ja va ser el juliol de 2010, aquella gran manifestació amb la imatge tan bonica dels presidents Maragall, Pujol, Montilla, Barrera, Benach i Rigol al capdavant.
    Després van venir les eleccions, nou govern amb suport molt ampli i amb el repte d'aconseguir acabar amb el dèficit fiscal crònic a través d'un pacte en la línia del concert. Retallades, crisi asfixiant, empreses obligades a tancar, les sentències del constitucional caiguent com bombes sobre la Barcelona del 38, l'incompliment reiterat de l'Estatut per part del govern central... i per postres la nul·la perspectiva de poder arribar a un pacte fiscal amb l'Estat, a qui senzillament el tema no li interessava gens i a qui el tema català no li ha causat la més mínima preocupació.
    Una manifestació memorable el dia 11 de setembre, i dues intervencions colossals a Madrid per part del president Mas han provocat el que fins fa cinc o set anys era del tot impensable: que al govern central se li posin els collons literalment per corbata, i que els catalans, o si més no la major part d'aquells que se senten partíceps d'una col·lectivitat amb identitat pròpia anomenada Catalunya, s'han cregut finalment capaços de les seves possibilitats.
    Jo sóc moderadament optimista, perquè crec que el fet que Catalunya assoleixi la independència política, o sigui que la Generalitat adquireixi les competències pròpies d'un Estat, depèn en gran mesura de nosaltres mateixos, que a nivell parlamentari i a nivell de govern es faci un procés impecable als ulls de la gent i als ulls de la comunitat internacional; i que a nivell de carrer la gent tingui allò que va definir molt bé en Mas després de la Diada: que un procés d'aquestes característiques requereix per part de la gent una gran capacitat de resistència, perquè l'actitut de l'Estat està sent l'esperada, la de l'home gelós que atonyinarà la dona. De moment ja té aixecat el braç. Bé, hem de ser capaços de resistir tot el que ens anirà vinguent de la Meseta i hem de procurar fer obrir els ulls a aquells que no els van obrir el juliol del 2010 i que encara somien en una Espanya moderna, federal i orgullosa de les seves identitats. Una Espanya que no serà així perquè no ho ha estat mai, perquè no ho vol ser i perquè ningú, ni els catalans la hi podem obligar a ser-ho.

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