dimecres, 13 de març del 2013

Segunda Transición

Llevamos meses en algunos foros discutiendo de lo necesaria que es una Segunda Transición en nuestro país. Tras la Transición simulada, debe llegar a España la 1ª Transición real (adjetivo muy adecuado, en este caso) en la que pasemos de una democracia de segunda fila a una democracia de primera división. Se ha descrito en muchas ocasiones en los últimos que la Transición Española supuso un simple cambio de nombre, de "Régimen" a "Democracia", en el que las élites que dominaban este país durante el Franquismo se mantuvieron, no fueron perseguidos por sus crímenes contra las víctimas de Franco y se mantuvieron prácticamente intactas en los estamentos policial y judicial. 

La portada de El Jueves, mostrando de
forma esencial lo que es la política española.
La Casta Política traicionó a los ideales de la sociedad creando una democracia de espaldas al pueblo, en la que la participación del mismo se limitaba al voto y se nos vendió como el gran progreso de la humanidad. Se limitó la acción política a los partidos, cuando de todos es sabido que no hay una sola forma de hacer política igual que no hay una sola forma de discursar, de vestirse o de conducir un país. Se limitó mucho la capacidad de hacer ILP's (exigiendo medio millón de votos) y se ninguneó la opción de que los ciudadanos pudieran convocar referendos (limitando esa opción de convocatoria al Presidente del Gobierno, por lo que es imposible que se convoque uno contra su figura o su administración). Y no sólo eso, sino que una vez pasado el trámite, el Parlamento puede desestimar como si nada hubiese ocurrido una ILP firmada por medio millón de personas y no hacer caso alguno a un referéndum porque ambos son en todo caso no obligatorios de cumplimiento. Es decir, son una simple simulación de participación ciudadana. Son un fake, un engaño, una figura que no sirve, a la práctica, absolutamente para nada. Igual que el Senado. 

Con este marco conceptual, es normal que los políticos españoles, viviendo de espaldas al ciudadano y limitando su opción al éxito personal dentro y fuera del partido, hayan hecho de la corrupción su forma de vida. Que hayan constituido su forma de trabajar en un formato que no tiene en cuenta al ciudadano por pura iniciativa, sino que sólo les escucha cuando llenan las calles y plazas de Madrid y Barcelona. Viven sus vidas con miedo a lo que un ciudadano les pueda exigir, no sea que vaya a desbaratarles un chanchullo establecido, un sobre con dinero en B proviniente de constructoras o una moción de censura a un alcalde rival con la ayuda de un condenado por acoso sexual. Vamos, que han convertido los partidos políticos (teóricamente, formaciones de representación ciudadana) en infraestructuras de financiación ilícita y gestión de influencias particulares. Lo que @nayermaster y los 5 bloqueados por Alberto Garzón definen como "cuñadismo". 

Y esa traición de los políticos a los ciudadanos se culminó tras la llegada de José María Aznar y su forma de hacer política, en la que la palabra "Dimitir" quedó relegada a un nombre propio de origen ruso, como destacaban tanto una pintada fotografiada en Sevilla como el periodista Jordi Évole. Con los mantras "Hagas lo que hagas, no dimitas porque eso significa que eres culpable" y "Si lo eres, por lo menos no lo hagas público en un acto de dignidad política, porque desprestigias al partido", el Partido Popular y en menor medida, pero también, el PSOE echaron por tierra el concepto de dignidad y honorabilidad política. Es decir, que un político debe ser honesto porque representa a los ciudadanos. Si no es honesto o se le descubren mentiras, estafas, dádivas u otros actos indignos para dirigir al país, debe marcharse. Porque la prioridad no es la dignidad del partido, sino la dignidad de la democracia en su conjunto. Dimitiendo se engrandece (o por lo menos, no se ensucia) la democracia. No dimitiendo se salva el culo del partido, teóricamente (porque en realidad no es así tampoco). 

Los ciudadanos estamos hartos, cansados y aburridos de una clase política indigna, de un marco democrático diseñado a nuestras espaldas y exigimos un cambio verdadero, inmediato y republicano de nuestra forma de vida. Ha llegado la hora de refundar la democracia.

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