En un día como hoy, la Diada Nacional de Catalunya, son muchas las interpretaciones que se pueden hacer del sentir de la ciudadanía catalana en los últimos meses y años. Pero creo que lo más significativo sin duda es el cambio de perfil del independentista en Cataluña. De un aguerrido y pasional separatista movido por una necesidad del corazón, hemos pasado a una madre de familia que entiende y comprende que la relación con España es negativa social y económicamente y que, por tanto, debe terminarse cuanto antes. Es decir, de un sentimiento irracional y pasional, hemos pasado a un razonamiento complejo, argumentado y estructurado en la necesidad de una vida más satisfactoria. Ese paso de la irracionalidad a la racionalidad es fundamental para entender el estado de ánimo catalán, en el que el independentismo ha ganado cientos de miles de adeptos en los últimos años.

No se trata de nombres (Carod Rovira, Mas, Pujol o Maragall), ni de pasiones desenfrenadas por una bandera, se trata de razonamientos económicos claros, en los que Catalunya en 2011 fue la Comunidad Autónoma con mayor PIB Nominal (200.000 millones de euros), pero que tras el reparto de impuestos se queda en la cuarta posición per cápita (27.430 €/habitante). Caso opuesto es el del País Vasco, que con 66.575 millones de euros es la 5º CC.AA. en el PIB Nominal, pero la primera en el PIB per cápita, con 31.288 euros por habitante (cómo puede verse claramente
en este gráfico del blog "Crear mi empresa"). Por esta razón, desde CiU se ha pedido (sabiendo que no lo concederían) un Pacto Fiscal similar al del País Vasco, que va a ser negado por el Gobierno de Rajoy porque no cree en él y quiere que las cosas continúen como están y porque de hacerlo o incluso sentarse a negociarlo, provocaría las iras del ala más dura de la derecha y la izquierda nacional anticatalana. Porque sí amigos, también hay catalanófobos en la izquierda. Y muchos.
Pero como decía, la racionalidad del independentismo, el hartazgo del habitual maltrato a Catalunya en las formas y en el fondo por parte del resto del país, el desprecio que se siente por su cultura, su lengua y su identidad, sumado al tema económico, han llevado a muchos catalanes de a pie, quienes no habían considerado nunca su independentismo, a creer en él firmemente. El llamado "Català Emprenyat" ('el catalán cabreado' con su situación actual) ha evolucionado en el "Català Convençut" ('el catalán convencido' racionalmente de que la independencia es la única forma de una supervivencia digna), ya que no se trata sólo de banderas, himnos y proclamas, sino que se trata de pura necesidad social y económica para un territorio que lleva reclamando durante años una mejora de sus condiciones nacionales. Una reclamación que ha sido exigida no por un grupo de separatistas tarados, sino por algunos de los más altos estamentos económicos de país como la patronal catalana o el
Cercle d'Economía.

Una mejora (no un hecho diferencial, ni la independencia, sino una simple mejora) que ha sido año tras año negada y contestada con declaraciones y salidas de tono como la del
Coronel Alamán y frases como la del Presidente extremeño, José Antonio Monago: "Mientras Cataluña pide, Extremadura paga" (frase que por cierto tampoco es invención suya, sino de Núñez Feijoo, utilizada hace unas semanas durante la campaña electoral gallega). Ya nos comentará con detalle, por cierto, el Sr. Monago, como piensa compensar todo el IVA de toda su comunidad con un PIB de 17.000 millones de euros, el 2º más bajo de todas las Comunidades Autónomas.
España va a tener que empezar a pensar seriamente en cómo tratar, no el mal-llamado "problema catalán", sino las reivindicaciones de la región que más ingresos representa para su PIB. No me parece que ignorar un malestar colectivo en una parte del territorio sea la mejor forma para sanar la relación entre ambos. Aunque me temo que "la buena relación entre ambos" jamás ha sido una prioridad para buena parte de la sociedad española.