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Imagen de Javirroyo, sobre las elecciones del 24-M. |
En el post anterior "
Aprender a pactar", destacaba antes de las elecciones el nuevo panorama que se planteaba ante el fin del bipartidismo y el inicio de una era de pactos políticos. Quien ha salido más perjudicado es obviamente el Partido Popular, que ha sido incapaz durante los cuatro últimos años (y hay quien diría "ni en los últimos 20") de tener una buena relación con otros partidos. De ahí que se haya formado lo que en el PP denominan como un "cordón sanitario" contra su partido para echarles de alcaldías y comunidades autónomas. Badalona sería su ejemplo más claro, en el que el resto del arco político del consistorio se ha unido par echar de la alcaldía a Xavier García Albiol, el ya exalcalde que no dudó ni medio minuto en usar terminología claramente xenófoba para intentar ser reelegido. A pesar de ganar las elecciones e incluso sacar mejores resultados, no ha sido suficiente para conseguir la mayoría absoluta y el resto de partidos se han unido contra él. No puedo decir que me apene, todo lo contrario, ya que Albiol lleva toda su carrera política en Badalona usando sin miedo el odio al diferente y usando eslóganes como "Limpiando Badalona", en clara referencia a los inmigrantes.
Se verá la efectividad de los acuerdos anti-PP y la estabilidad de los partidos gobernantes, pero lo cierto es que es muy indicativo con respecto a la gestión realizada que la mayoría de partidos hayan optado por no apoyar a los populares. En los últimos 4 años el PP ha tenido más poder que ningún otro partido en la democracia española, dominando alcaldías, comunidades autónomas y el Gobierno. Que hayan perdido gran cantidad de mayorías absolutas y que se vean fuera de consistorios y gobiernos regionales claramente refleja la disconformidad de la sociedad con su gestión y con su modo de tratar al ciudadano y a sus contrincantes políticos.
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Manuela Carmena y Esperanza Aguirre. |
Centrándonos en la capital, la historia del cambio en el ayuntamiento de Madrid llega, como no podía ser de otra forma, gracias a Esperanza Aguirre. No porque vaya a llevar a cabo la "renovación del PP madrileño" que esta veterana política liberal quería encabezar (curiosa renovación, viniendo de alguien que lleva 30 años viviendo del erario público), sino porque el cambio llegó gracias a un medio que Aguirre domina casi a la perfección, la televisión. Miembros de Podemos y de Ahora Madrid reconocieron que Manuela Carmena era reacia a presentarse a la alcaldía de Madrid. No por el cargo o por la oportunidad de representar a los ciudadanos, sino porque no le convencía la propuesta de Pablo Iglesias (hecho que se ha confirmado en campaña, en la que la candidata reiteró en varias ocasiones que no era de Podemos, sino de Ahora Madrid, para diferenciarse).
Fue entonces cuando Esperanza Aguirre apareció en televisión en su primera entrevista de campaña, en la que afirmó que estudiaría prohibir que
vagabundos duerman en las calles del centro madrileño porque eso 'ahuyenta a los turistas'. La reacción fue inmediata, Carmena habló con su entorno más cercano y decidió presentarse a la alcaldía, lo anunció públicamente, antes incluso de avisar a la cúpula de Podemos, que se enteró del asunto por los medios y las redes sociales. Fue sin duda un momento decisivo en la carrera de ambas.
Mirando atrás en el tiempo, encontramos el origen de lo ocurrido el 24-M. Fue hace cuatro años, en el 15M, cuando las acampadas llenaban las plazas y las manifestaciones, las calles. Los políticos tradicionales, creyéndose intocables, lanzaron a la ciudadanía un reto que no era nuevo, pero que visto lo visto no fue debidamente sopesado. En lugar de escuchar las peticiones de la calle, como por otro lado es el deber de un político, espetaron a los indignados: "Dejad la calle y entrad en (lo que ellos considera que es) la política de verdad", y el pueblo recogió el guante. No era nada nuevo, en otras ocasiones la política tradicional había asimilado a movimientos sociales incluyéndoles en los partidos tradicionales, tanto en el PSOE como en Izquierda Unida, desinflando la protesta social y asimilando a sus propios activos para la estructura interna de sus partidos, donde se veían incapaces de conseguir sus objetivos por la rigidez interna de esas formaciones.
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Ada Colau, conocida activista de la PAH que ha conseguido la alcaldía de Barcelona. |
Pero semejante reto, con una población movilizada como la española entre 2011 y 2014, no fue sino el primer paso hacia un cambio político. La aparición de partidos como Podemos y la consolidación a nivel nacional de otros como Ciudadanos fue clave, ya que aparecen ante la opinión pública como libres de determinadas mochilas. La mera presencia de estos partidos (y los muchos otros que han aparecido a nivel local en los ayuntamientos) ya es un éxito, sobre todo si se consiguen alcaldías tan representativas y simbólicas como Madrid y Barcelona. El 15M y los resultados del 24-M son hijos directos de la negación continua de la clase política tradicional, que lleva décadas de espaldas a la ciudadanía. Esta, como respuesta, ha asimilado la importancia de su papel activo en política (tanto a nivel de protesta social, de activismo social asociacional como en las propias instituciones políticas del Estado), abandonando el papel de espectadores en el que tan cómoda se sentía hasta que empezó a sufrir las consecuencias de tal apatía política.
Por tanto, ese "en lugar de manifestaros tanto, entrad en política", no sólo no ha servido para neutralizar la protesta social sino que ha servido para echar del poder a quienes querían mantenerlo. Lo que viene siendo un tiro por la culata de proporciones épicas, a nivel político. Porque aunque varias plataformas políticas ciudadanas se hayan quedado a las puertas de conseguir ayuntamientos y comunidades, el hecho de que estén presentes en la vida política, consigan cuotas de poder y aparezcan en los medios de comunicación como representantes de la ciudadanía, ya es un gran éxito y un primer paso hacia la nueva forma de hacer política que tanto viene necesitando este país.
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