Cuando era niño, tenía una imagen idílica de la Unión Europea. Era una historia de unidad entre pueblos históricamente en conflicto, un cuento de ilusión, de derechos sociales, de oportunidades y de ayuda entre hermanos. La realidad y ese imaginario, 30 años más tarde, no podía ser más distinto. En las últimas semanas, desde 2010 en realidad, hemos comprobado que una parte de Europa no sólo no cree en la imagen que teníamos de la Europa moderna y cosmopolita, sino que parece precisamente todo lo opuesto. La situación en la que se encuentra Grecia y su relación con el Eurogrupo, mucho más desde la llegada de Alexis Tsipras y Syriza, es el mejor ejemplo para desenmascarar ese sueño en el que muchos europeos creímos (y en realidad, aún esperamos que llegue).
Si uno fuera desconocedor de la política internacional, podría extrañarse de la actitud del Eurogrupo con Syriza, que ni creó la gigantesca (en relación a su PIB) deuda griega ni ocultó la mala situación económica del país, como sí hicieron lo conservadores de Nueva Democracia, en connivencia con el PASOK. El primero pagó su lacayismo hacia las instituciones europeas perdiendo las elecciones y el segundo, quedándose donde probablemente se merezca por su gestión, en el ostracismo y la irrelevancia. Como decía, uno podría extrañarse de la especial saña que ha aplicado Europa al actual gobierno griego, ya que no es culpable de lo ocurrido en su país, pero si analizamos las actuaciones de los estamentos europeos, sus intimísimas relaciones con el BCE y el FMI, vemos que no es nada nuevo. En la propia Grecia, el Primer Ministro socialista Papandreu fue obligado a dimitir por proponer un referéndum para preguntar al pueblo si debía aplicar las durísimas reformas que "recomendaba" Europa. En España, en 2010, Zapatero aplicó a desgana (pero aplicó) las medidas propuestas, en lo que supuso el fin de su carrera política y la primera ola de recortes en España. En Portugal o Irlanda ocurrieron situaciones similares.
Viñeta de Ferreres publicada en El Periódico el 30-06-2015. |
Es decir, Europa no quiere aliados, quiere lacayos. La Europa actual no es ya un ejemplo de democracia y derechos civiles (frente al comunismo en la Guerra Fría), sino que como si fuera un burdo usurero o prestamista, presiona, reprime, insulta y amenaza a quienes no se someten. Como vemos en la viñeta de Ferreres, actúan sin miramientos ante cualquier situación en la que la democracia pueda ponerse por delante de los estamentos económicos. Y es muy importante para Europa vencer la batalla de Grecia, ya que no se trata de contener al país heleno, sino que se trata de contener una Syrización de Europa que, por ejemplo, en España lleva el nombre de Podemos (y en otros países, otros). Un matonismo preventivo que tiene como misión proteger los intereses bancarios de Alemania y que tiene como esbirros a ministros de economía y a primeros ministros.
A modo de ejemplo, vemos que en las negociaciones entre Grecia y Europa la actitud de los estamentos económicos parecía más predispuesta a decir NO a cualquier cosa que propusiera Tsipras que a llegar realmente a un acuerdo. Parecía que el objetivo real de estos era una humillación griega, más que un acuerdo de mínimos para conseguir solucionar el asunto. Es obvio que Grecia y el actual gobierno de Syriza han podido hacer mejor algunas cosas, pero no se les puede negar su intención de arreglar la situación, de llegar a un acuerdo, sin que ello suponga un mayor desgaste para sus ciudadanos más pobres. De hecho, hemos visto cómo Europa se ha sentido muy ofendida porque Tsipras haya querido negociar, en lugar de someterse. Y la propuesta de referéndum no es más que una otra forma de negociación, de presión y de aguantar el pulso de los mercados. Y prueba de ello es que Juncker ha hecho una propuesta de última hora a Grecia.
Reflexionando, uno llega al a conclusión de que no se trata de un tema económico, ni de que se pueda devolver el dinero a Europa. Se trata de, como afirma el premio Nobel Paul Krugman, de derrotar al gobierno de Tsipras y echarle como se echó en su día a Papandreu. Por eso el mantra de que los mercados no tienen ideología es falso, una falacia, una burda mentira que se puede comprobar leyendo las propuesta de Europa a Grecia. Propuestas por cierto, que no se diferencian en casi nada a las que lleva ya aplicando los últimos 5 años y que no ha sacado a Grecia de la crisis, igual que no ha sacado a España de la suya, sólo la ha estancado en ella.
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