En el mes de noviembre de 2011 nos juntamos un grupo de amigos entre los que se encontraba un militante socialista de base, sin cargo alguno ni obligaciones curriculares serias con su partido. Los temas de conversación zigzaguearon un poco al principio pero terminaron en un mismo lugar, la política. Como recordaréis. 2011 fue un año convulso en nuestro país, con las elecciones municipales, con el tsunami social que supuso la llegada del movimiento 15-M y el fin de la era Zapatero. Mi buen amigo, el militante de base, comentaba siempre la actualidad con un latiguillo final lacónico pero incansable: "Puto 15-M". Ese era, para él, el gran análisis de las causas de un nuevo descalabramiento de su partido. No eran ni el PP, ni la incompetencia de sus líderes, ni la ausencia de rumbo político, ni la pésima gestión que hizo el Gobierno socialista de la llegada de crisis económica.
Ese "Puto 15-M" demostraba, y sigue haciendo, la enésima ausencia de voluntad de demostrar un ápice de autocrítica en el discurso de un partido político que se ha desvirtuado a sí mismo a conciencia. Las crisis internas de este partido, que no han sido pocas, han transformado un ciborg ideológico en un monstruo de Frankenstein descabezado (de momento) y cuya única bandera hoy en día es la de la abstención. Lo cierto es que los muchos parches que se ha aplicado al individuo PSOE han acabado por generar este ser deforme e irreconocible que conocemos hoy en día. Y en realidad, la última cabeza que lo dirigió prefirió destacar el último símbolo que queda en su nombre, el Español, sin un mínimo atisbo de interesarse por el Socialista o el Obrero de sus propias siglas.
Este Partido Español de Pedro Sánchez, ayer "el guapo", hoy ya sí, "el breve", ha terminado como muchos pronosticaron, en eutanasia prematura. Siendo un político mediocre, sin carisma ni fuerza real en su propio partido, tuvo siempre la cruz sobre su cabeza y la sombra transilvánica de quien le nombró con sus avales (no la militancia, sino la delegación andaluza de su partido, quien de facto consiguió su nominación como Secretario General). El negarse a ser un simple títere susanista pudo servirle para resistir cual guerrero espartano a durante dos largos años, pero demostró de facto su enorme debilidad.
El "no es no" a Rajoy en la investidura fue una granada en las manos de un ente bruto y patoso, que no dudó de tirar de la anilla con su mano derecha para descabezarse a sí mismo. "Nos han dejado al partido en la UCI, Ricard", me comentaba amargamente no hace mucho mi buen amigo el militante de base. Fue una imagen muy certera. Al partido le estalla su propia crisis interna en la cara y se manda a sí mismo al hospital, tras quizá el más vergonzante, chusco y mal preparado de los golpes de Estado. Jamás este partido cambió de líder de forma tan torpe. Y jamás en el Partido Popular se adivinaron sonrisas contenidas tan visibles ante los acontecimientos de "otros partidos".
Aún así, no penséis que mi amigo ha cambiado su latiguillo. Mi desbocada imaginación me sigue mandando imágenes de la UCI, de la camilla de ese monstruo deforme, con el cuerpo vendado casi al 100%, y soltando un hilillo de voz que susurra a los pocos que aún quieren escucharle: "Puto 15-M".
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