En el programa Vida digital podréis escuchar mi sección mensual. Este mes, en el minuto 36:20 aprox.
Texto:
Hoy quiero empezar hablando de Venezuela, un país polémico
donde los haya, que acaba de celebrar una elecciones parlamentarias que han
supuesto una clara derrota del chavismo. Hay quienes afirmaban que este
movimiento, el chavismo, perduraría por los siglos de los siglos, pero tras la
muerte de su creador, lo cierto es que era complicado aguantar una estructura
semejante sin los recursos económicos que el petróleo proporcionaba al país.
Tras la crisis de esta materia prima y la fuerte caída de los precios, el
mal-llamado régimen chavista lo ha tenido muy complicado para salir adelante. Y
más con una figura tan poco carismática como Nicolás Maduro, quien es más
un gestor gris que un parlamentario elocuente. Lo cierto es que cuando muere un
líder o cae en desgracia es siempre muy complicado sustituirle. De hecho, lo
más habitual es que el partido de ese líder caiga en la oposición para
recuperarse, a menos que haya un delfín a la altura de las circunstancias,
hecho que en realidad pocas ocasiones ocurre.
En España lo hemos vivido muchas veces, como en el caso de
Aznar y Rajoy en el Gobierno o el caso de Pujol y Artur Mas en la
Generalitat, casos en los que ambos delfines tuvieron que perder dos elecciones
para conseguir devolver su partido al poder. Es cierto que en ocasiones ocurre,
que un delfín es elegido, pero suelen ser presidencias de poco recorrido, de
una legislatura como máximo, como en el caso de Margaret Thatcher y y su delfín
John Major, quien fue derrotado por Tony Blair el año 97, o en Cataluña ocurrió
con Pascual Maragall y su delfín José Montilla.
El caso es que, volviendo a Venezuela, la reelección de
Nicolás Maduro va a ser realmente complicada en 2019, porque va a tener el
parlamento en contra y le va a ser realmente complicado gobernar. Y de hecho,
aunque pretenda llegar hasta el fin de su legislatura, en Venezuela, a pesar de
que la llaman dictadura, tienen una figura legislativa, el proceso revocatorio,
que permite echar a un presidente por medio de referéndum. Curiosa dictadura la
que celebra elecciones en las que puede perder su líder y que tiene un proceso
para echarlo si el pueblo lo decide. Pero nomenclaturas a parte, el chavismo, a
menos que sepa renovarse y coger fuerza como ha hecho recientemente el PRI en
México o como ha hecho en incontables ocasiones el peronismo en Argentina,
parece que tiene por delante una carretera llena de curvas.
Debate a cuatro
Por cierto, cambiando de tema, el lunes 7 se ha celebrado en
España el primer debate a cuatro. Lo que podemos denominar el Neobipartidismo
(es decir, a los tradicionales PP y PSOE se le suman los partidos emergentes
Podemos y Ciudadanos) ha supuesto un cambio de formato en el que en lugar de un
debate cara a cara, se apostó por uno a cuatro esquinas, excluyendo a dos de
los partidos minoritarios de las últimas elecciones, UPyD e Izquierda Unida. El
debate nos dejó muchos detalles interesantes, empezando por el formato, mucho
menos rígido que cualquiera delos otros celebrados, aunque aún hubiera que
mejorar muchos aspectos. Ni los presentadores ni los políticos parecían muy
acostumbrados al modelo y se vio cierta rigidez en un formato que, a pesar de
mejorar los anteriores, pudo ser mucho más dinámico.
Por otro lado, el hecho
más destacado fue la ausencia del presidente Rajoy, que por si alguien lo ha
olvidado es candidato a estas elecciones y se excusó diciendo que no podía
atender por “problemas de agenda”, que es quizá la excusa más pobre desde “mi
perro se ha comido los deberes” o “mamá, mamá, me duele la barriguita, no puedo
ir al debate, ya si eso manda a Soraya pa’ que se coma el marrón”. Ausentes
aparte, está claro que el debate lo ganó un Pablo Iglesias que hizo un
excelente minuto final, por encima de un dubitativo Albert Rivera, una
vicepresidenta que recitaba en exceso de memoria o un Pedro Sánchez que, una
vez más, desaprovechó la ocasión de dejar claro que es algo más que un maniquí
alto y guapo.
La victoria de Podemos en este formato es lógica, porque Pablo Iglesias
domina la televisión mejor que cualquiera de sus contrincantes. Lo que nos hace
sospechar un poco más es que medios muy afines al gobierno, o el propio
ejecutivo en privado, decreten tan vivamente esta victoria del candidato de la
coleta, que podría entenderse como una estratagema para debilitar al gran rival
del Partido Popular en estas elecciones, Albert Rivera y sus Ciudadanos. El
candidato catalán no estuvo tan mal como algunos medios y tertulianos le
pintan en sus crónicas y comentarios, pero sí es cierto que se le notó incómodo
en determinadas partes del debate y que no cumplió con las altísimas
expectativas que se habían puesto sobre él. En definitiva, fue un debate histórico en varios sentidos y
que merece que recuperéis de la web de Atresmedia si no habéis tenido
oportunidad de verlo.
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