En los últimos días escuchamos a muchos analistas políticos usar el término "ingobernabilidad". Se trata de un término que pretende hacer creer al ciudadano que los pactos entre partidos políticos es un lío morrocotudo y que es mejor gobernar en minoría que hacerlo con otros. No sólo eso, sino que ese término da a entender también que el método ideal de gobernar es la mayoría absoluta. Si ponemos como ejemplo Andalucía, vemos que el escenario, según las encuestas va a ser lo que algunos calificarían como "ingobernable", como indica el siguiente gráfico:
Pero como todos los viejos políticos de este país han olvidado, su deber como representantes públicos es representar a los ciudadanos, satisfacer y cubrir sus necesidades mínimas y, en definitiva, cumplir el mandado de aquellos quienes le dan el poder, los ciudadanos. Por tanto, "ingobernabilidad" no es otra cosa que la obligación de abandonar objetivos partidistas y ponerse de acuerdo con otros partidos. Sí, aquello que a muchos les suena a Mordor, a infamia, a "así no se puede gobernar, es un jaleo", no es más ni menos que subyugarse a la voluntad del pueblo. Y lo es porque el pueblo te ha votado de una forma que te obliga a pactar. La ciudadanía ha afirmado que no quiere que tengas suficiente poder como para ser un rodillo, por lo que voto a varios partidos distintos, les doy poder suficiente para les necesites.
Hay quien podría afirmar que los políticos españoles son alérgicos al pacto, por su carácter caciquil. Siendo eso parcialmente cierto, no deja de ser sólo un aspecto de la verdad. Lo cierto es que el marco democrático español creado en 1978 predispuso a la clase política a comportarse de ese modo. Un esqueleto democrático como el que tenemos, no sólo fomenta el bipartidismo y la corrupción, sino que premia a aquellos partidos que utilizan la mayoría absoluta de forma indiscriminada, convirtiéndose el país en un cortijo de los intereses de ese partido durante cuatro años sin forma alguna de contrarrestarlo, ya que el Senado es inoperante y no hay medidas para sacar a un gobierno del poder, teniendo su partido mayoría absoluta en el Congreso.
En este post hemos hablado muchas veces de ello, además de lo que debería ser este país, lo necesario que es reformarlo desde abajo arriba e iniciar un nuevo proceso constituyente que abandone los viejos vicios bipartidistas para iniciar una senda del pacto obligatorio o, como mínimo, la senda del "obligados a entenderse", ya que de esa forma se premiará la voluntad de la ciudadanía, más que los objetivos privados de un partido político. Quizá la mejor forma de eliminar la posibilidad de mayorías absolutas sería elevar los escaños necesarios para conseguir la mayoría absoluta al 60%, aunque sin duda ayudaría mucho a esta democracia que el Senado no fuera el cementerio de elefantes que es actualmente y tuviera poder para contrarrestar y rechazar las leyes del Congreso de los Diputados.
Sea como fuere, hay que tener claro que "ingobernabilidad" es un término que deja en evidencia a quien cree en él, porque resalta su caciquismo y su falta de voluntad de pacto. Porque quienes creen que lo más práctico es gobernar cuatro años en un sistema que fomenta la corrupción como ocurre en las mayorías absolutas (ejemplos de ellos tenemos varios y variados, en este país), quizá lo que deberían hacer es dejar de llamarse demócratas y comenzar a asimilar que son partidarios de otros regímenes.
Elecciones en Andalucía
Gráfico electoral de Andalucía 2015 (Fuente: CademaSer.com). |
Vistos los resultados en Andalucía se me ocurren varias reflexiones. La primera y menos importante, aunque indicativa, ha sido el enésimo fallo de previsión de la mayoría de encuestas, sobre todo en lo referente a los partidos minoritarios en el parlamento andaluz. Se infravaloró a Podemos (con 12, cuando ha obtenido 15 y se sobrevaloró a Ciudadanos, que se ha quedado en los 9.
Analizando los resultados en sí, Susana Díaz consolida su liderazgo quedándose con los mismos escaños que en 2012, que es capaz de anular la pésima marca que su partido representa, teniendo en cuenta los graves casos de corrupción y los muchos imputados que acumula por ellos. El PP se estrella perdiendo 17 escaños gracias a un candidato más insulso que desconocido y a un Rajoy que, igual que le pasó a Zapatero, se está convirtiendo en un lastre para su propio partido y Podemos, a pesar de lo que muchos creen, saca un buen resultado en una plaza muy difícil. Buenos resultados porque si alguien se cree que es fácil sacar 15 escaños en un parlamento donde la fuerza dominante es (teóricamente) de izquierdas, es que no ha repasado los resultados de IU de los últimos 20 años. De hecho, desde 1996 IU no supera los 13, por lo que una formación acabada de crear consiga 15, llamadme loco si queréis, pero me parece unos muy buenos resultados. Si no, preguntadle a UPyD, que se ha quedado fuera o al partido de Maíllo, que se ha quedado sólo en 4.
Por otro lado Ciudadanos entra también con fuerza suficiente en el parlamento andaluz como para ser partido bisagra, que era precisamente su intención. Como en este partido son inteligentes no entrarán en el gobierno y se limitarán a hacer pactos esporádicos. Aún así, el resultado muestra que Ciudadanos ha sabido quitarle votos a su caladero natural, la derecha harta de la corrupción interna en el PP, aunque aún no con la suficiente fuerza como para anular a Podemos, como es la intención de muchos. De hecho, se demuestra que el partido de Albert Rivera sigue sobrevalorado por los grandes medios de comunicación, que llevan desde la mitad de febrero de 2015 con una intensa campaña a su favor, como decíamos antes, para servir de contrapunto al partido de Pablo Iglesias.
El Podemos de derechas y optimismo bipartidista
Eso se produce porque, visto el fracaso estrepitoso de la campaña anti-Podemos, que lejos de alejar el voto, lo consolidaba y atraía a más, han decidido crear un candidato nuevo, un Podemos de derechas como sugirió Josep Oliu, presidente de Banco Sabadell. Ese Podemos de derechas es Ciudadanos (antiguo Ciutadans y actual "Siudatans", según el Gobierno Rajoy) y Albert Rivera, el nuevo Pablo Iglesias. Una estrategia inteligente por parte del poder financiero, más efectiva que demonizar al candidato de la coleta y que además debilita a un PP que, si todo sigue así, va a perder el favor de los poderes fácticos de este país. La mancha de la Gürtel, las tarjetas black y las mil y una corrupciones del partido de Rajoy han manchado demasiado a una marca como para representar al capital, al que por cierto se ha vendido como ningún partido lo había hecho antes, ni el PP de Aznar.
Para terminar, una reflexión sobre el optimismo de algunos medios bipartidistas. El análisis de la victoria de Susana Díaz no es desacertado en un principio, los resultados en su región son buenos, dado el caso ERE y los muchos implicados en él. Pero una cosa es eso y otra extrapolar esos resultados fuera de una región con un voto muy particular, que vota muy acríticamente al PSOE, como ocurre en Madrid, Galicia y Valencia con el PP, con CiU en Cataluña o con el PNV en Euskadi. Muy al contrario, creo que el PP seguirá cayendo y que el PSOE no va a recuperarse, a pesar de esta victoria. No lo creo porque aunque mañana mismo Susana Díaz se presentase en Ferraz y echase a Pedro Sánchez, eso crearía un cierto rechazo por echar al candidato elegido, es decir, en la casa Socialista deberán decidir ahora entre la bicefalia o la incoherencia de echar al actual líder (por muy guapo y soso que este sea). Y ninguno de esos escenarios es muy halagüeño para el PSOE, sinceramente.
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