En tiempos en los que el independentismo despierta excesivas pasiones a ambos lados, es necesario recordar de donde parte un aspecto tan relevante como la identidad catalana. Resistente como pocas a la adversidad, se ha mantenido firme a lo largo de los últimos siglos. Pero ¿qué ha sostenido la identidad catalana a lo largo de tanto tiempo? Sin duda, la cultura. Y hablando de ella hay que ir mucho más allá de las sardanas y los castellers, ya que quedarse en eso sería como quedarse con los toros y las sevillanas, olvidándonos de Cervantes, Goya, Lope de Vega o Almodóbar, si hablásemos de la cultura española. La cultura catalana obviamente es literatura, teatro, danza, música, cine, radio, televisión e incluso internet, como cualquier otra cultura existente en este planeta. Y también sardanas y castellers, obviamente, pero mucho más que eso.
El periodista y escritor Francesc Canosa explica la supervivencia de la cultura catalana afirmando que el catalán cuando se ve oprimido y falto de libertades, lejos de abandonar su cultura, la vive de puertas adentro. “¿Qué ocurrió desde 1714? Que se prohibió enseñar catalán en los colegios, se prohibió rezar en catalán e incluso no te podías morir en catalán, porque los epitafios tenían que estar escritos en castellano. ¿Cuál fue la reacción de la gente? Continuar con su cultura, pero desde casa. Todo lo referente al Establishment era en castellano (leyes, educación, etc), pero existía una realidad paralela que continuó con su cultura”. Repasando la historia, vemos varios casos similares, ya que a mediados del siglo XIX llegó la Renaixença (el renacimiento cultural catalán, en el que se empieza a escribir en catalán y en el que destacaron los juegos florales), seguido del Modernismo (que llevó un sello cultural diferenciado desde Cataluña hasta París), pasando por el Noucentisme y la Mancomunitat de Cataluña, que fue el primer eslabón para crear un primigenio cuerpo de Estado. Este ente, explica Canosa, fue la herramienta que sirvió de kilómetro cero de la gran “normativización de la lengua catalana, con el trabajo que realizó Pompeu Fabra para conseguir una lengua para todos”.
Todo ello se vio interrumpido por la dictadura de Primo de Rivera, primero, y por la de Franco, en 1939. De nuevo, los catalanes se vieron obligados a mantener una identidad cultural en la clandestinidad, en una España en la que estaba prohibido escribir y publicar en catalán. No fue hasta 1960 que vimos de nuevo este idioma en el papel, dentro del territorio español, y fue en “Serra d’Or”, revista cultural y religiosa de la Abadía de Montserrat. Luego le siguieron otras, también del ámbito folklórico, religioso y nunca político, pero siempre en catalán. Para Canosa, este aspecto es importante, ya que desde la dictadura “se asocia cultura a folklore, cuando es precisamente la cultura la que mantiene a la sociedad catalana. Desde la dictadura, no se da importancia a la “Nova Cançó” o a las Sardanas, pero (la cultura) era realmente lo que vertebraba todo el país”.
Tras la dictadura ocurre lo mismo, un nuevo florecimiento, con la llegada de TV3 y Catalunya Ràdio, a pesar que desde el gobierno español se quería una “televisión antropológica” (de ámbito local, para emitir sardanas y castells y poco más), pero que al informar sobre lo que ocurría en el mundo abriendo corresponsalías, se convirtió en un referente informativo para la sociedad catalana.
Canosa recuerda que “siempre que Cataluña tiene libertad, sale de casa, empieza a volar y la gran expresión es cultural. Esto conecta con todos los episodios históricos”. Además, no se queda en un sólo ámbito, sino que “tienes un bufet libre muy ámplio en todos los sectores culturales, en estas ganas de explicarse a sí misma, desde un punto de vista cultural”. En los últimos tiempos, con la nueva ola de independentismo, vemos un resurgir de la cultura catalana, con nuevos escritores, músicos y creadores audiovisuales. Ello ha supuesto un cambio, comenta Canosa, ya que “el gran drama de Cataluña es que es un país no explicado. Que ha sido tartamudo y que ahora ha dejado esa tartamudez y está hablando con claridad como hacen el resto de ciudades o países. Y por eso tiene una representación cultural tan amplia, que muestra ese ‘trencadís’ (quebradizo, estilo característico del arte modernista)” que ha sido siempre la cultura catalana.
Como ocurrió con movimientos sociales como el 15M, se ha perdido el miedo, se han perdido los complejos y se sigue delante, no sólo como una identidad política que quiere un Estado propio, sino también con el gran empuje de una identidad cultural. El propio Francesc Canosa, sobre el futuro político y cultural de Cataluña afirma que “en estos momentos no me atrevería a decir qué puede pasar, pero estoy seguro que nunca más volverá a ser lo mismo. Las relaciones entre Cataluña y España no van a ser iguales, porque han pasado demasiadas cosas. Primero porque hay una gran desconexión de lo que es la sociedad catalana con el Establishment español”, hecho que, aclaraba, no ocurre sólo en Cataluña, sino también en todo el país, como hemos podido ver últimamente con el vertiginoso crecimiento de Podemos. En segundo lugar, porque “Estado español es un artificio, porque está pegado con cola, como se demostró en la Transición con el ‘café para todos’”. Finalmente, porque se trata de un “proceso intergeneracional, no solo de los jóvenes, porque la gente ya no tiene miedo. Se están expresando a sí mismos. Por ejemplo, cuando determinada prensa madrileña amenaza con lanzar obuses, se lo toman con humor, no se lo toman en serio”. Pase lo que pase el 9N, pase lo que pase en los próximos meses, la Cultura catalana seguirá estando ahí, uniendo a la sociedad, aglutinándola en una identidad, hablen el idioma que hablen las personas que lo forman.
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