En esta presunta democracia, detectamos que últimamente hay partidos que comienzan a posicionarse en la sociedad, tomando la delantera a los clásicos PPSOE. Son partidos que no tienen encima el peso de gobernar, por lo que pueden campar a sus anchas en la zona en la que han estado siempre, la oposición. Y la utilizan más sabiamente que sus adversarios políticos, puesto que son nuevos en el juego y han aprendido de los errores de sus contrincantes. Hay que reconocerles que están actuando inteligentemente, a pesar de que uno (yo, al menos) jamás les votaría.
Tanto en el caso de UPyD como en el de Ciutadans han sabido posicionarse bien en un electorado descontento, el primero, y en un electorado unionista en Cataluña, el segundo. En el caso del partido magenta de Rosa Díez, quien ha sido reelegida como líder absoluta de su partido con un 93% de los votos, ha recogido apoyos de descontentos del PP y del PSOE y mayoritariamente ha aglutinado en los últimos tiempos una buena parte de los liberales más puros y austríacos de la sociedad española, que no se sentían a gusto con el nacionalcatolicismo que impregna buena parte (aunque no todo) el Partido Popular. Además, los spin doctors de este partido han sabido mantener durante casi una semana a UPyD en las portadas de los periódicos, lo cual viviendo en la sociedad bipartidista que vivimos, tiene su mérito. La polémica en Asturias o las tensiones entre PSOE y PSC provocadas por una votación en el Congreso propuesta por UPyD han ayudado a tener muy presente a este partido y a su Primer Congreso en los medios. Y más sí tus contrincantes te hacen publicidad gratis, como hizo ayer Elena Valenciano. Incluso hace un par de semanas Toni Cantó estuvo relativamente bien en su intervención ante el Ministro Montoro.
Por su parte, el Unionismo de Ciutadans se ha mimetizado muy bien con el independentismo, es decir, concretamente en su transversalidad, por lo que los unionistas pueden apoyarlo sean de la ideología que sean, si su objetivo es que Cataluña siga siendo parte de España. Esta estrategia de copiar al adversario, posicionándose en un lado opuesto no es nueva, pero sigue siendo muy efectiva. Sobretodo si vemos a su líder Albert Rivera paseándose por las tertulias de la capital y siendo, mal que nos pese a algunos, el personaje de la derecha más sensato que ha pasado por esos platós. Sus comentarios, cuando no habla de Cataluña, suelen tocar con los pies en el suelo, utilizar un lenguaje cercano sin abusar de populismos y hablar a la gente corriente, no a los votantes del PP o del PSOE que ya se saben el discurso, sino a los espectadores que ya se han cansado de ellos. Intenta (y lo consigue fuera de Cataluña) parecer un político normal, algo que escasea mucho en este país y por eso destaca tanto en los últimos tiempos. En mi editorial del pasado jueves en La Plaza en Llamas destaqué que echaba mucho de menos a la derecha respetuosa que encontramos en otros países. Albert Rivera quiere representar este tipo de derecha moderada y respetuosa, usando descaradamente el Unionismo como su principal caballo de batalla tanto dentro como fuera de Cataluña, aunque tenga que apoyar las más peregrinas teorías sobre persecuciones lingüísticas.
Tanto para UPyD como para Ciutadanns, Cataluña es uno de los principales caballos de batalla, que usa para atacar a sus contrincantes, ya sea el Perdido Socialis... perdón, Partido Socialista, como el PP. Y por desgracia para esta democracia, lo están utilizando muy bien, consiguiendo un protagonismo para UPyD y Rosa Díez. Creo que estos dos partidos no son precisamente una esperanza para nuestro país, más bien todo lo contrario, son caballos de Troya que utilizan las debilidades del sistema para atraer la atención sobre ellos mismos (como han hecho también el PP y el PSOE durante décadas). Lo malo de estos caballos de Troya es que, si alguna vez llegan al poder y a pesar de lo que proponen ahora en la oposición, extrañaríame mucho que reformasen la democracia. Sobre todo porque es muy difícil reformar la democracia cuando llevas más de 30 años viviendo de ella (en el caso de Rosa Díez) o cuando eres un político joven y ávido de poder, como en el caso de Albert Rivera. Además, el poder ya se encarga de que no lo reformes demasiado cuando, tras una larga y ardua escalada, llegas a su lado.
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