Todos conocemos la deriva que está tomando este país en los últimos años. Aunque el gobierno venda la burra de la recuperación económica, todos notamos en nuestro sueldo cómo hemos perdido poder adquisitivo, ya que, haciendo el mismo trabajo en la misma empresa con un año de diferencia, cobramos entre 200 y 300 euros menos que antes. Los sueldos, desde la reforma laboral, han bajado entre un 25 y un 30 por ciento, pero esa rebaja no se produce en el precio final de la gasolina, ni en los alimentos, ni en la luz, el gas o el agua, que cada día están más caros. Eso significa que cada día creamos más pobreza social, una pobreza social que va acompañada de un creciente cabreo al ver cómo las empresas del Ibex 35 crecen y consiguen más beneficios que nunca. No es que lo diga yo, Intermón Oxfam afirmaba en su último informe (que podéis leer íntegro aquí) que "Las familias aportan casi 50 veces más a las arcas públicas que las grandes empresas" (podéis leer más sobre este tema en este artículo). Eso significa que en este país la frase "tanto tienes, tanto pagas" está muy bien como milonga, pero fiscalmente es un chiste de mal gusto.
Todo ello nos lleva a un escenario en el que encontramos una población empobrecida en España, con unos sueldos paupérrimos y una sensación de robo muy importante. No sólo de robo, sino de estafa descarada en nuestra propia cara. Conociendo además como conocemos que se está indultando a personajes que han sido protagonistas de robos, cohechos, corrupción y otros estándalos que han menguado la capacidad económica pública (es decir, que han robado el dinero de nuestros impuestos), la situación no podría ser más candente, socialmente. Y la gente sale a la calle a protestar, a reivindicar sus derechos y se topan con una ley de Seguridad Ciudadana que les reprime e impide denunciar a aquellos antidisturbios que se comportan de forma deproporcionadamente violenta contra la ciudadanía, porque la ley impide grabarles "en el cumplimiento del deber", con lo que, además de tener impunidad los corruptos, la tienen también aquellos quienes reprimen a los manifestantes.
Todos conocemos la expresión de que no hay gato más peligroso que le que está arrinconado. Pues bien, a la sociedad española se la está empobreciendo, se la esta reprimiendo en las calles y se la está arrinconando hasta un punto que puede tener difícil retorno, si este gobierno, o el que venga, no soluciona este tema. No hablo de los 6 millones de parados (de los cuales el último millón es directamente culpable el Partido Popular y su reforma laboral), hablo de una sociedad en conjunto que ve que, haga lo que haga, no llega a fin de mes. Que le ofrecen trabajos por 700 euros a jornada completa, si no más, y teniendo que dar las gracias con amplias reverencias, teniendo que sustentar las arcas del Estado a más del 91 por ciento, mientras empresas y pymes aportan al Estado apenas un 6 '5 por ciento y las multinacionales, cerca del 2 por ciento, según otro informe de Intermon Oxfam. Esos números no parecen muy acordes con la proporcionalidad fiscal de la que se habla en nuestra Constitución, sobre todo teniendo en cuenta la capacidad económica de la sociedad española actual. Hay quien podría decir que soy un rojo marxista por afirmar que las clases trabajadoras aportan la mayoría del dinero del Estado, pero los datos del informe no engañan. La realidad es tal como es y está claro que la desigualdad y la pobreza son Trending Topic en la economía de las familias españolas.
Lo más grave de todo esto es que, el Gobierno de Rajoy está cometiendo el mismo error que cometió Zapatero con la Crisis, Aznar con el enfado social contra la guerra de Irak o Felipe González con la corrupción al final de su mandato. Ninguno de ellos quiso ver lo que se le venía encima, ninguno de ellos quiso ver que cada uno en su ámbito, se estaban equivocando. Ni Zapatero supo ver la crisis, ni Aznar supo ver que nadie quería esa guerra ni Felipe González supo detener la hemorragia que supuso la corrupción en su administración y su partido. Rajoy está igual de ciego. Mira hacia otro lado ante la desigualdad que está creando con sus medidas económicas y ante la pobreza que está generando para contentar a Merkel y los bancos alemanes. Mira hacia otro lado para no darse cuenta de que está generando en su país un caldo de cultivo que, si no va con cuidado, no va a poder contener. La pobreza está llegando a unos niveles en los que un estallido de violencia está cada vez más cercano, en el que quienes nada tienen que perder, ni su casa, ni su sueldo, ni su dignidad, sólo tienen una salida, o el suicidio o la acción violenta. Y es preocupante que el Gobierno de Rajoy no quiera darse cuenta de ello, que anuncie nuevos recortes coincidiendo con la llegada de la Canciller alemana, y que, de esa forma, sin darse cuenta fomente una violencia que difícilmente van a controlar en los próximos años.
Algunos de los que se han manifestado pacíficamente en los últimos años, pueden estar empezando a cansarse de no ver resultados y pueden tomar medidas para cambiar las cosas, si se aprueba un cambio en la ley electoral que impida a los partidos recién surgidos de la ciudadanía tomar cotas de poder que reclama el pueblo. La sociedad tiene paciencia, pero no es infinita y la modificación de la ley electoral para evitar perder poder en las municipales podría ser la gota que colma el vaso de una sociedad harta de recortes. Quienes están en el poder, desde su atalaya, quizá se creen intocables pero no lo son. La violencia es siempre el último recurso de los inútiles, como decía Isaac Asimov, yo lo he dicho siempre y lo sigo defendiendo, pero me da tanto miedo que algunos no piensen así, como que el Gobierno no se haya dado cuenta de que será responsable de cualquier tipo de violencia creada por una sociedad a la que ha empobrecido.
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